Desde el nacimiento de la Organización de la Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial en 1945, México fue el aliado para la paz sumándose sin titubeos a la naciente organización porque esta representaba una arquitectura magnífica para la defensa de la política exterior, basada en la Carta de San Francisco, así como en los principios consagrados en nuestra Carta Magna e historia de la conducta de nuestra nación y sus relaciones exteriores.
Ante los tambores de guerra y peligros de un holocausto humanitario en el Medio Oriente, por el peligro que representaría la utilización de armas atómicas, Alfonso García Robles se agiganta, hombre preclaro que elevó su voz ante el uso y abuso de estos artefactos en poder del club atómico, quienes irresponsablemente poseen arsenales para una destrucción mutua asegurada.
Don Alfonso siempre se preocupó por la subsistencia de la humanidad. Egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM tomó la bandera de la paz y una filosofía de preservar a América Latina al margen de pruebas atómicas o la utilización de estas proponiendo un Tratado Internacional; su pasión fue la seguridad internacional basada en la fuerza de la razón, el respeto al derecho ajeno y el diálogo, propio de seres humanos y no la violencia característica de los animales. Este hombre hace falta al presente, símbolo de orgullo y dignidad de la diplomacia mexicana.
Combatió contra la Espada de Damocles que representaba la utilización de armas atómicas contra la humanidad. Su lucha fue incansable en los foros internacionales observando un mundo que avanzaba a paso de cangrejo, es decir hacia atrás; condenó siempre la enorme tragedia y sufrimientos de la población de Hiroshima y Nagasaki (a fines de la Segunda Guerra Mundial, el 6 de agosto de 1945) víctima inocente de la primera utilización de armas termonucleares cuando Japón ya estaba vencido. Recuerdo con horror las huellas todavía existentes en esas dos poblaciones en mis viajes de estudio por Japón.
El sábado 7 de octubre, nos despertamos ante un escenario de terror, pensé que era ficción, pero fue realidad. Incrédulos contemplamos en vivo y a todo color la acción cobarde de un grupo de terroristas que desde la Franja de Gaza en Palestina perpetró un ataque demoledor. Observamos un escenario sangriento en contra de civiles inocentes, entre los que se encontraban niños, recién nacidos, mujeres, ancianos y la juventud en un festival de música. No comprendo tanto odio y rencor en contra de seres humanos indefensos víctimas de atrocidades perpetradas por enfermos mentales, quienes utilizan la fuerza y agresión salvaje olvidando el recurso del diálogo. De acuerdo con las normas de la ONU, este hecho merece levantar nuestra voz a la mitad del foro con nuestra más enérgica condena ante estos hechos violatorios del derecho humanitario, así como de diversos tratados de paz.
Honor a quien honor merece, evoquemos a grandes hombres mexicanos por los cuatro costados quienes en momentos de peligros de destrucción levantaron la voz para exaltar el espíritu de México ante el concierto de naciones, me refiero a don Alfonso García Robles Premio Nobel de la Paz, padre del desarme nuclear en América Latina cuyas ideas ante estos peligros en el Medio Oriente serían el evangelio laico contra el peligro inminente del uso de armas nucleares. Continuará…