La participación de nuestro país en la construcción del andamiaje de las Naciones Unidas fue, desde el principio, factor de equilibrio tanto en la redacción de la Carta para sentar las bases del sistema de seguridad internacional adoptado, como para exigir posteriormente en este foro mundial, a través del Consejo de Seguridad y la Asamblea General, que se respete el compromiso de fomentar la paz y la seguridad internacionales; erigiéndose así en un actor clave para la defensa de la comunidad internacional, actitud que le ha dado respeto al Estado mexicano en el concierto de naciones.
Ante las amenazas históricas que siempre tratan de quebrantar la paz, nuestro país ha sido enérgico, con una posición inflexible, no aplaude jamás invasiones, amenazas, ni golpes de Estado en ninguna parte del mundo, aporta siempre ideas para buscar, y encontrar la solución pacífica, hasta se ha convertido en mediador –recordemos el Grupo Contadora 1983 para buscar la paz en Centroamérica, basado en la solución pacífica de las controversias, no intervención, autodeterminación y respeto al derecho ajeno.
No podemos olvidar los anales de la historia, los esfuerzos del Estado mexicano y sus diplomáticos, en defensa de las causas justas basadas en la razón e instrumentos internacionales de los cuales es parte. También ha colaborado con la identificación de la norma consuetudinaria para la codificación del derecho internacional erigiéndose en un actor de nivel mundial. Se ha destacado en la Comisión de Desarme promoviendo la desaparición de las armas de destrucción masiva, especialmente las nucleares mediante la adopción de tratados como el de No Proliferación de Armas Nucleares; y defendiendo también la aplicación irrestricta de las Convenciones sobre las Armas Químicas y la relativa a las Armas biológica y bacteriológicas.
El actual conflicto armado entre Rusia y Ucrania, se ha transformado en una tragedia humana, las partes deben convocar a no propagar información infundada que anime la provocación y deterioro de la situación en perjuicio de la posibilidad de la diplomacia y el diálogo que deben ser los actores principales para resolver este conflicto.
Lo anterior nos hace recordar que la Sociedad de las Naciones en su época fue incapaz de contener el deseo de la guerra, fenómeno que provocó su desmoronamiento por el desequilibrio del poder militar entre las potencias. En la Segunda Guerra Mundial, tras un rearme y la violación a los acuerdos de Munich, firmados entre Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania, comenzó la invasión de Polonia y la República Checa; así como el Pacto Molotov-Ribbentrop (la Alemania nazi y la Unión Soviética ). El horror de aquella guerra cobró la vida de más de 60 millones de seres humanos.
Ante la invasión de la Federación de Rusia a Ucrania, todo indica que ha habido una violación flagrante a los acuerdos de Minsk –incluida la propia Carta de San Francisco–. El compromiso actual de la comunidad internacional es velar por la paz, apelar a la voluntad de las partes a reducir las tensiones y que regresen responsablemente a las negociaciones políticas, respetando los principios de soberanía, independencia e integridad territorial de Ucrania y encontrar las vías para la concordia.
Desafortunadamente, tenemos que aceptar que el sistema garante de la paz y la seguridad internacionales, no es o no ha sido el más efectivo, con casi 80 años ha heredado trágicos eventos históricos que, en “nombre de la democracia” o “intereses económicos”, de supremacía colonialista, ha consentido o “justificado” sin la aprobación del Consejo de Seguridad, único autorizado para ejercer la violencia legítima.
En el próximo capítulo haré un relato de mis apuntes, durante mis misiones en la Unesco, de las guerras de la postguerra, ocurridas después de la firma de la Carta de la ONU, constatando que el mundo realmente nunca ha estado en paz. Pasamos de la guerra caliente a la guerra fría, por la supremacía del mundo bipolar (Pacto de Varsovia y Pacto de la OTAN ).