La serie las “Islas de México” fue con el propósito de despertar el interés de México, de los mexicanos, de sus gobiernos, de sectores privados, universidades para cobrar conciencia de la importancia de nuestros mares mexicanos. No es mi deseo recurrir a hipérboles, el tema no lo requiere, de las enormes riquezas que posee nuestro país con más de 10 mil km de costas, bañadas por dos océanos (Atlántico y Pacífico), lamentablemente desde el movimiento de Independencia nacional le dimos la espalda al mar, espacio en el cual tenemos una alacena con más de 3 mil islas con 6 mil km² aproximadamente, que pertenecen como centinelas del silencio.
Nuestro país ha manejado los temas territoriales con un esmerado interés, celoso de la defensa de su soberanía muchas veces ultrajada.
Cabe recordar las pérdidas territoriales como consecuencia de la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo (1848), del Tratado de la Mesilla (1853), el laudo arbitral sobre el caso del Chamizal (15 de junio de 1911) el laudo arbitral (26 de enero de 1931) del Rey Víctor Manuel III de Italia, por el cual México perdió lamentablemente en beneficio de Francia, la isla de la Pasión, hoy llamada Clipperton.
México fijó por primera vez su “mar territorial” en el “Tratado de Paz, Amistad y Límites conocido como Tratado Guadalupe Hidalgo” celebrado con Estados Unidos en 1848. Este instrumento ratificado por México y Estados Unidos, estableció sus límites definitivos, en el Artículo V, de dicho Tratado, estipulando que: “La línea divisora entre las dos Repúblicas comenzará en el Golfo de México, a tres leguas fuera de tierra firme, frente a la desembocadura del Río Grande o Bravo del Norte”.
Hoy recordaremos la adquisición y no la pérdida de un espacio soberano de más de 3.5 millones de km², extensión llamada “ZONA ECONÓMICA EXCLUSIVA”, de gran importancia estratégica para nación, su desarrollo económico, que permitirá a las generaciones actuales y futuras, la explotación sustentable de enormes riquezas de los mares mexicanos.
Dadas las características físicas y geográficas, México es un país eminentemente oceánico y marítimo, por poseer más de 10 mil km de costas y un mar territorial de 12 millas náuticas 22.22 km. En este espacio el Estado ejerce soberanía plena contando con 2.3 millones de hectáreas de lagunas y aguas archipelágicas y estuarinas, además de medio millón de km² de su plataforma submarina, la cual cuenta con enormes yacimientos de hidrocarburos, gas natural y nódulos polimetálicos.
Por medio de una adición al art. 27 párrafo VIII, constitucional (6 de febrero de 1976, entrando en vigor el 13 del mismo mes y año), los Estados Unidos Mexicanos establecieron una “Zona Económica Exclusiva”, situada fuera del mar territorial y adyacente a este, determinando derechos de soberanía que las leyes del Congreso determinen extendiéndose a 200 millas náuticas (370 km) medido a partir de la línea de base recta desde la cual se mide el mar territorial. Este hecho duplicó la soberanía nacional en más de 3.5 millones de km² (ver mapa Inegi).
El nuevo derecho del mar, de origen, desarrollo y naturaleza me han apasionado, es la pieza central revolucionaria del derecho internacional público. Nuestro país participó activamente en la III Conferencia del Derecho del Mar en la ONU desde sus inicios, con una convicción patrimonialista, en estrecha coordinación con distintas repúblicas de América Latina (Chile, Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia), que apoyaron la convención de Derecho del mar que concluyó exitosamente en Montego Bay en 1982.
Vale la pena destacar a los luchadores del “mar patrimonial” a don Gabriel Valdez, a la sazón ministro de Relaciones Exteriores de Chile, a Eduardo Palma, al jurista Edmundo Vargas Carreño, y destacados e inolvidables mexicanos como Alfonso García Robles-Premio Nobel de la Paz, el embajador Jorge Castañeda de la Rosa, Dr. Modesto Seara Vázquez, Dr. Alejandro Sobarzo, Dr. Jorge A. Vargas, Dr. Alberto Székely, celosos de la gran importancia de los mares para elevar los niveles de vida de los pueblos.
Internacionalista