Este artículo es la continuación de mis viajes exploratorios por los archipiélagos de los mares del sur, cuando leía la historia, Odisea de Navegantes Españoles en el Siglo XVI, durante mi estancia en Australia y Nueva Zelanda. A mi regreso a México fui designado director del CEESTEM. Recibí instrucciones del expresidente Luis Echeverría de coordinarme con mi amigo Luis Kasuga Osaka, director del Centro de Pesca en San Pancho, Nayarit, para hacer un recorrido por las islas del Pacífico.
Estudiamos previamente la documentación del descubrimiento del Océano Pacífico. Sin duda fue Vasco Núñez de Balboa el primero en avistarlo el 29 de septiembre de 1513, después de atravesar el Istmo de Panamá, se maravilló con la inmensidad del Océano Pacífico, tomó posesión de este simbólicamente en nombre de los Reyes católicos, océano que ocupa más de un tercio del globo terráqueo.
Curioso sortilegio. Cristóbal Colón soñó con el Océano Pacífico y nunca lo vio. La maldición gitana persiguió a Vasco Núñez, quien pagaría con su vida semejante osadía, su cabeza quedó decapitada en la Plaza Mayor del Darién. Le seguiría Fernando de Magallanes, quien lo descubrió también después de pasar por el estrecho que lleva su nombre, pagaría con su vida haberlo visto; le seguiría Juan Sebastián Elcano, también quedaría sepultado para siempre en sus aguas. Tal vez no leyeron “La Ilíada” y “La Odisea” sobre el “canto de las sirenas” en la Isla Calipso. En agosto de 1519 Hernán Cortés se abría paso a la conquista de Tenochtitlán.
Los navegantes españoles, buscaron afanosamente la ruta a las Islas Molucas, partiendo de los puertos de Acapulco y San Blas para establecer una nueva ruta comercial (la Nao de China). Esta funcionó por más de 250 años, Andrés de Urdaneta facilitó esta tarea en 1567 con el camino del Tornaviaje.
Nuestro derrotero oceanográfico de las Islas del Pacífico partió del Puerto de San Blas, rentamos una pequeña embarcación. A lo largo del trayecto escuchamos leyendas fantásticas de filibusteros, piratas y corsarios. En un abrir y cerrar de ojos llegamos a Isla Magdalena, árida, muy bella, la más sureña del Pacífico bajacaliforniano. Más al sur pasamos por Isla Margarita, parecía un cuarto creciente, observamos sus bahías.
Impresionante fue la llegada a la punta de la península de Baja California, espectáculo maravilloso, donde se unen las aguas del mar de Cortés con el Océano Pacífico. Continuamos nuestro derrotero a la Isla Todos Santos “donde escuchamos el ruido de elefantes marinos y el rumor de una sinfonía de pájaros de oficio carpintero”. Por la tarde, ya en el crepúsculo náutico vespertino, llegamos a Isla San Benito.
A lo largo de la Península avistamos islas e islotes frente a Ensenada, exploramos la bahía de San Quintín, de gran riqueza de su flora y fauna.
La Isla Guadalupe, con una superficie aproximada de 250 km², madriguera de mamíferos marinos, desde San Francisco hasta la Bahía de San Ignacio, es la ruta de la Ballena Gris (mexicana por nacimiento), cetáceo que estuvo a punto de extinción por la pesca indiscriminada. Las leyes mexicanas protegieron este santuario. La ballena gris recorre la Isla Cedros, puerto de embarque de la explotación de sal rumbo a los mercados mundiales. La Bahía de San Ignacio y Ojo de Liebre en Guerrero Negro, es la cuna donde nacen los ballenatos. Cada invierno es un espectáculo, llega la ballena gris, recorriendo desde Alaska más de 10 mil km.
En 1972, México decidió proteger a esta especie mediante un decreto, declarando a las 2 bahías (San Ignacio y Ojo de Liebre) zona protegida. Gracias a esto podemos observar actualmente el desfile de las Islas San Benito, Cedros y Navidad, un espectáculo bellísimo de la ballena gris.
El recorrido oceanográfico terminó en las Islas Coronado.
Pregunta, que conste que es pregunta: ¿No será este el momento de incluir en los planes nacionales el impulso de un turismo sustentable inagotable, oceanográfico?
Internacionalista