Félix Finkbeiner, soñador de la cultura de los árboles.
Como preludio de la Conferencia Global sobre el cambio climático en Glasgow, Escocia, convocada por la ONU, la (COP26), apareció en la sala de la Asamblea, un dinosaurio, recordando su desaparición hace 70 millones años con la caída de un asteroide en la península de Yucatán.
El saurio caminó por la sala de la Asamblea, causó una especial sorpresa, enviando un mensaje sobre la solución planetaria del medio ambiente, la propuesta del dinosaurio fue: no destruyas las selvas y bosques, deja de hablar, mejor siembra árboles, así evitarás una catástrofe, deja de utilizar energías fósiles, aplica tecnologías y energías limpias, evita la destrucción de los frágiles equilibrios del planeta que llevarán a la desaparición de la especie humana.
A la COP26 concurrieron casi 200 países. Esta fue la continuación de otras cumbres: Berlín 1995, Kioto 1997 y París 2015. En esta última los estados se obligaron a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Fue solo promesa que no cumplieron, el objetivo consistió en disminuir el aumento de la temperatura del planeta, que no supere los 2° C, en la medida de lo posible, y no rebasar 1.5° C, para evitar una catástrofe.
Existe un enorme escepticismo, ya que los países en general no cumplieron con las metas de las anteriores cumbres.
¿Fue efectivo el pacto de Glasgow en su lucha contra el cambio climático? Naturalmente que no, porque el objetivo era claro: asegurar un acuerdo con voluntad política que diera al mundo la oportunidad de evitar la peor calamidad del cambio climático, limitando el calentamiento global a 1.5° C (2.7° F).
Lo anterior muestra con claridad la paradoja de “la unión de la desunión”. Muchos gobiernos no quisieron cumplir. Se escucharon demasiados discursos, “mucho ruido y pocas nueces”.
El compromiso de los gobiernos fue que redujeron drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, y que aportaran los recursos económicos necesarios.
Glasgow fue como la última llamada a misa, impulsando programas de acción globales sin retórica.
La voz del secretario general de la ONU António Guterres marcó el tono: “La conferencia fue una decepción, no se alcanzaron los objetivos planteados, entre ellos el fin progresivo de la utilización del carbón como fuente de energía”.
El pacto de Glasgow fue un fiasco, un rosario de buenas intenciones, reflejo del egoísmo global.
Afortunadamente China y Estados Unidos cambiaron su lenguaje expresando: “una reducción gradual de combustibles fósiles”.
Seamos sensatos pidamos lo imposible, reducir las emisiones de metano a finales del 2030.
Inspirado en el espíritu de Glasgow, PLANT FOR THE PLANET y el CEESTEM (Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo), con su red de más de 100 mil niños en el mundo cierran filas, para marchar en este movimiento global con responsabilidad ética como embajadores de la justicia climática, invitando a niños desde 9 a 80 años a sumarse a esta gran tarea.
“Cada vez somos más los niños que luchamos por nuestro futuro tratando de conseguir frente a un egoísmo rampante salvar al planeta, pensando en un futuro mejor”.
¿Cómo nos ayudan los árboles a contrarrestar la crisis climática? La gente lo sabe muy bien, los árboles son beneficiosos para el clima mundial, son buenos para el microclima por lo cual PLANT FOR THE PLANET y el CEESTEM “convocan a una cruzada de plantar árboles, y los bosques como aliados de la lucha contra el cambio climático”.
Mejor dejemos de hablar y plantemos un árbol.
Internacionalista