(Artículo publicado el de agosto de 2024)

Muy acertada fue la decisión para que Ifigenia Martínez Hernández coloque la banda tricolor en la ceremonia solemne de transmisión del poder ejecutivo federal a la primera mujer presidenta de México Claudia Sheinbaum Pardo, pues representa valores de congruencia y justicia.

Sin previo aviso, con derecho a picaporte, me presenté en su domicilio particular. Como siempre, estaba trabajando, muy jovial me recibió con especial cariño en su biblioteca, redactando las experiencias de su vida para una biografía con Adriana Ortiz Ortega hija de un inolvidable amigo, el Dr. Federico Ortiz Quesada. En esa ocasión le manifesté mis sentimientos y pensamientos de alegría con un ramo de flores en la mano izquierda (es decir la de mi corazón). Estrechamos un abrazo fraterno y me preguntó: “Jorge, ¿cómo ves el país?”. Mi respuesta fue de bote pronto: “Ifigenia, veo una patria orgullosa y diamantina, más grande que sus problemas, con fe y esperanza de un nuevo amanecer para continuar por la senda de la justicia social”.

Me une a Ifigenia una larga historia de admiración y amistad fundada en un diálogo respetuoso y fructífero, iniciado en la década de los 60, etapa turbulenta cuando ella era Directora de la Facultad de Economía de la UNAM. Iniciaba yo en aquella época la etapa de estudiante en la Facultad de Derecho de la misma institución. Como joven oficial del Ejército Mexicano, quería saber más para servir mejor a México. Desde aquel entonces me percaté de su especial sensibilidad, enorme personalidad y estatura moral. Educadora de gran prestigio de muchas generaciones, algunos gobernaron el país, les enseñaba el camino del desarrollo compartido, y la distribución del ingreso, inspirándose en la lucha de un pueblo agraviado por las mismas autoridades que debían protegerlo.

Posteriormente, ya como colaboradores del gobierno del Presidente de la República Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), continuamos el diálogo fecundo y creador, yo era un ayudante modesto del Presidente, escuchaba cómo el titular del ejecutivo federal la trataba con especial respeto llamándola “maestra”. No era un elogio vano, conocíamos su larga trayectoria y prestigio. Primera mujer que logró una maestría en economía en Harvard, Colaboró intensamente en el MIT, participó activamente en la CEPAL en 1949, asesora de Jaime Torres Bodet en 1950, a los 30 años recibió el Premio de Economía Banamex, representante en la ONU en 1980, honrada con la medalla Belisario Domínguez, senadora, diputada y asambleísta en varias ocasiones. Compañera de luchas por la democracia con Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.

Mis conversaciones con ella eran verdaderos banquetes de Platón y el barón de Montesquieu juntos. Sobresalía en el gabinete, era respetuosa y siempre fue respetada, proponía ideas para la planeación económica, los grandes problemas nacionales e internacionales como fue la construcción del proyecto para un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), participa en la redacción de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, documento que le dio gran prestigio a la política exterior mexicana.

Su periplo es largo y aún no concluye, es el ejemplo más acabado para la juventud actual que muchas veces anda buscando héroes prestados. Ella no se confunde, se queda con Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas, “así de fácil, así de sencillo”. Heredera de los valores de lucha de emancipación, representativa de aquella pléyade de mujeres que lucharon y ofrendaron su sangre generosa en la Revolución Mexicana: las soldaderas bravas y valientes que no titubearon el empuñar su carabina 30 30 y sus cananas en contra de una dictadura feroz y oprobiosa que reprimía al pueblo, vergüenza nacional.

Ifigenia sigue siendo icono, símbolo y ejemplo de las mujeres contemporáneas que se han incorporado por convicción y legítimo derecho a servir a MÉXICO en todas las actividades nacionales: políticas, económicas, sociales, educativas, diplomáticas, también han engrosado las filas de nuestras patrióticas y leales Fuerzas Armadas Nacionales, orgullo de la nación y del mundo por nobleza y lealtad por el honor de México.

Director del CEESTEM

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