A mis hijos con cariño.
La semana pasada se realizaron diversas actividades conmemorativas de nuestro pasado histórico. Fue el caso del inicio de nuestra Independencia nacional en el pueblo de Dolores por don Miguel Hidalgo y Costilla el 15 de septiembre de 1810 hace 210 años.
Otro acto fue el celebrado ante el altar de la patria. Al pie del legendario Castillo de Chapultepec, se efectuó como cada año una solemne ceremonia que acrisola valores de historia, epopeya y leyenda; acto que contó con la presencia de los 3 poderes de la unión.
El homenaje a estos jóvenes alumnos del Colegio Militar, quienes hace 173 años defendieron con honor y decoro su bandera y su patria, me refiero naturalmente a: Francisco Márquez, Juan de la Barrera, Vicente Suárez, Agustín Melgar, Juan Escutia y Fernando Montes de Oca, ofrendaron su vida, ejemplo a seguir por la juventud actual.
“Hay hombres que trascienden su tiempo, su espacio y adquiriendo en ocasiones dimensiones de carácter nacional y universal, es probable que sean mentes y corazones que en momentos de incertidumbre analizan los fenómenos y sacan las alas libres, inspirados en valores supremos, pensando en relaciones de unidad e independencia” (José Martí).
Las fiestas patrióticas son necesarias y útiles, los pueblos tienen necesidad de amar algo grande, festejar algo sensible, su conciencia y creencias fundamentales, que no son otras que las de su propio terruño.
No podemos echar al basurero de la historia las lecciones que legaron a la posteridad este grupo de jóvenes aguiluchos, algunos casi niños, alumnos del Colegio Militar. Deberían servir de ejemplo e inspiración para todo mexicano bien nacido. La lección inolvidable y encomiable de aquel 13 de septiembre de 1847, que marcaría un ejemplo cuando un ejército extranjero pisoteaba nuestro territorio, el Colegio Militar se cubrió de gloria inspirado en los más puros sentimientos de la nación.
Hoy vivimos tiempos de peligros, confusión, agresiones perversas que tratando de vulnerar nuestra cohesión y soberanía nacional. Ante esto debemos elevar el principio juarista: “Entre los hombres como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Como en la Grecia clásica en la Batalla de las Termópilas, 300 soldados espartanos murieron por cumplir con sus deberes y conciencia, escribieron con sangre su mensaje.
Hoy deberíamos escribir con letras de oro en nuestros corazones el siguiente mensaje: Mexicano, ve e infórmale a la patria que aquí murieron 6 jóvenes cadetes para salvar el honor, orgullo y dignidad nacional.
El relato de estos hechos históricos nos muestra el temple, carácter, fortaleza, firmeza, digna de admiración a estos jóvenes que nos legaron una vocación de la cual se nutre actualmente nuestro Ejército Mexicano, digno defensor de la soberanía e instituciones nacionales.
No somos ingenuos, sabemos muy bien que soplan vientos impulsados por caballos de troya, quintacolumnistas, no entiendes que no entienden y no saben que no saben: Que la Patria es primero, este no es momento de divisiones entre hermanos, de sembrar discordias y encono.
Inspirémonos en ejemplos de grandeza y unidad de la Nación, la cual es más grande que nuestros problemas.
No respondamos a ofensas e insultos del exterior, que son como las olas que vienen y van, son palabras que se lleva el viento. Respondamos con actitudes de orgullo como los alumnos del H. Colegio Militar: Por el Honor de México.