El 27 de septiembre de 1821, hace 201 años, entra a la Ciudad de México en medio de arcos triunfales Agustín de Iturbide enarbolando la bandera del ejército Trigarante, acompañado por el verdadero autor de nuestra independencia don Vicente Guerrero, rompiendo cadenas de opresión de 300 años. Cumplen el sueño de los hombres que encendieron la llama de la libertad: Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama, Abasolo y otros. El gobierno independiente designa como gobernador de la Península de Baja California a Fernando de la Toba quien mantendrá el poder hasta 1877.

Las noticias de la independencia incitaron a las potencias de la época a una campaña de codicia para apoderarse de este rincón de la patria por las buenas o por las malas. La primera intentona de invasión ocurrió en 1822, efectuada por una escuadra chilena al mando del Almirante Cocharne, su idea era conquistar el territorio para Chile, (la mano que mece la cuna estaba oculta: Estados Unidos). El gobernador De la Toba enfrenta la lucha organizando tropas con una resistencia en San José del Cabo, expulsando a este corsario de pacotilla.

El gobierno de Agustín de Iturbide seguiría el ejemplo de España, el dominio y soberanía de la naciente república incluyendo el Golfo de la Península de la Baja California en contra de intervenciones extranjeras, naturalmente Inglaterra y Estados Unidos.

Seguiría otro amargo capítulo la invasión norteamericana la cual tuvo una especial repercusión, era una verdadera guerra de conquista. Al finalizar la guerra, México es vencido y obligado a firmar un tratado leonino, Guadalupe Hidalgo. Serían años complicados para los californianos, ya que desde 1804 habían quedado divididos con los nombres de Antigua (Baja California) y la Nueva (California), surgirían pronunciamientos y desórdenes bajo el gobierno del general Santa Anna ocasionando trastornos en la península.

Los verdaderos objetivos e intenciones de la invasión norteamericana (1846-1847) era apoderarse también de la Alta California y su apéndice natural la Baja California, era parte del plan de expansión cuyo primer capítulo fue la guerra de Texas. El gobierno del presidente Polk en su campaña había prometido apoderarse de México, de la Bahía de San Francisco y San Diego. El presidente Jackson ofreció 3 millones de dólares por el territorio de la Península. En 1842 afinan la puntería y proponen la compra de California que tampoco tuvo éxito. En 1843 se inicia una intensa campaña de propaganda en favor de la independencia de California. El presidente Polk envía a un comisario secreto para ofrecer 40 millones de dólares por este territorio. Todas las intentonas para apoderarse de la Alta y Baja California tampoco tuvieron éxito.

El imperio de Iturbide realizó esfuerzos para tratar de aplacar el apetito expansionista de Estados Unidos, que consideraban a los mexicanos como seres inferiores, llamándoles greasers o sucios. El representante del imperio mexicano en Washington, don Manuel Zozaya, advirtió al gobierno desde 1822 que esa nación que había nacido pigmea. Los Estados Unidos serían un coloso incontenible y en el futuro sería nuestro enemigo, inspirado en la Doctrina Monroe y el destino manifiesto. La ambición expansionista contaba como siempre de algunos vendepatrias o quintacolumnistas que siempre abundan.

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