Jorge Nuño Jiménez

El cambio climático: cuando el destino nos alcanzó

22/08/2023 |04:37
Jorge Nuño Jiménez
autor de OpiniónVer perfil

Las causas del calentamiento global las conocemos todos, entre las cuales se encuentra la contaminación de gases de efecto invernadero, en este mundo sin rumbo, peligroso, donde todo lo sólido se desvanece en el aire, las ciudades han asaltado a la tierra, grandes metrópolis, un paisaje de máquinas y automóviles de combustión interna, ferrocarriles, zonas industriales. La vida metropolitana ejerce una gran atracción a núcleos de población que engrosan cinturones de miseria, y la paradoja, de la unión de la desunión. Los niños modernos creen que la leche y la carne se producen en el supermercado.

Las metrópolis se han convertido en junglas de asfalto, sin árboles, devorando bosques y utilizando cada vez mayores caudales de agua, como ejemplo la Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara y Puebla. Estas requieren cada vez mayores cantidades de agua. Contemplamos atónitos la destrucción de equilibrios naturales del medio ambiente, una verdadera tragedia fáustica del desarrollismo en el cual estamos atrapados y sin salida, todo en nombre del progreso, una destrucción sistemática del medio natural con un empobrecimiento de la capa de ozono.

Recuerdo mi niñez en una familia humilde en un pueblito al lado de la ribera del Río Lerma. Éramos ocho hermanos en la década de los 50, mi gran atracción era la ciudad de Guadalajara que en aquel entonces tenía alrededor de medio millón de habitantes, ya no quería ser un niño rural, quería integrarse a la modernidad, ver jugar a las Chivas o al Atlas, parodiando a Aldous Huxley vivíamos en un Mundo Feliz, pero deseábamos vivir en el mundo de Alicia en el país de las maravillas. Cuando iba a mi escuelita de párvulos nadie nos asaltaba, mi maestra Chonita a quien jamás olvidaré, nos hablaba a mis ocho años de la necesidad de cuidar nuestros bosques y el río que pasaba al lado de mi casa. Era un pueblito llamado Atotonilquillo, Jalisco. Creía que nos hablaba en broma, después del tiempo entendí la catástrofe que estamos viviendo actualmente.

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Regresé tiempo después. Mi sorpresa fue mayúscula: el río había desaparecido. Ya no había membrillos, peras ni manzanas, solo un panorama sombrío, no existían veneros de agua caliente en la cual nos bañábamos.

Después de varios viajes de estudio por el mundo, especialmente en la UNESCO como coordinador del programa “El Hombre y la Biosfera”, visité varias megápolis como Sao Paulo, Calcuta, El Cairo, Nueva York, Tokio-Yokohama totalmente contaminadas. Recurrí a muchas lecturas, el Fausto de Goethe, símbolo de irresponsabilidad científica e indiferencia ante la vida, fue mi obra favorita, el Barón Haussmann con sus elegantes bulevares parisinos, a Robert Moses con sus autopistas que atraviesan Nueva York, selva de símbolos como el Bronx y sus pandillas de drogadictos a las opiáceas. Devoré las obras de Charles Baudelaire y el modernismo de la calle. Comprendí cabalmente la irresponsabilidad de nosotros mismos abandonamos nuestras aldeas para ser elegantes citadinos, destructores de valores y principios de solidaridad humana, para integrarnos a la vorágine de la desintegración donde salir a la calle es un acto heroico, porque no sabemos si regresaremos a casa, porque las personas se reconocen en sus mercancías, encuentran el alma en su automóvil, en el celular, en el último grito de la vanguardia de la moda.

Algunas sugerencias para cuidar  el medio ambiente, un consumo responsable, seleccionar alimentos naturales, desarrollar hortalizas en casa, cambiar los focos incandescentes por led, apagar luces y aparatos eléctricos que no utilicemos, utilización de la bicicleta en lugar del automóvil para ir a la tienda de la esquina, comprar alimentos y productos que no sean genéticamente modificados, separar  basura orgánica e inorgánica, utilizando esta como composta para el jardín, no utilizar bolsas de plástico para ir al mercado, con bolsa del mandado, poner una cubeta de agua bajo la regadera,  utilizándose después para el jardín, plantar un árbol, construir un huerto, desarrollar la hidroponía (huerto vertical), para cosechar diariamente lechugas frescas, no utilizar agua en botellas de plástico, mejor hervir el agua y llevarla en un termo a la oficina o centro de trabajo, llevar el lunch a la oficina.

Internacionalista.

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