Durante la conmemoración del 212 aniversario de nuestra Independencia Nacional, las fuerzas armadas desfilaron con gallardía ante el pueblo mexicano, de quienes recibieron enorme simpatía y aplausos, refrendaron como cada año su lealtad absoluta al comandante supremo, convencidas de ser herederas de las más puras tradiciones de lealtad, heroísmo y acendrado patriotismo cuya convicción es el cumplimiento del inscrito en la Constitución general de la República y las leyes ordinarias, defendiendo nuestra soberanía nacional, el orden constitucional y las instituciones nacionales, así como la seguridad exterior e interior de la nación.
Otro evento que me conmovió en lo más profundo de mis sentimientos y origen fue la ceremonia ante el altar de la patria en el Castillo de Chapultepec, recordando el sacrificio hace 175 años de aquellos jóvenes, casi niños, que prefirieron morir antes de entregar su bandera como en la Batalla de las Termópilas para salvar el honor y la gloria nacional.
Como alumno del Heroico Colegio Militar, cuna de lealtad y cariño a la patria, lo he transmitido a mis hijos para que no olviden esta epopeya.
Nuestro Ejército está integrado por soldados que son campesinos uniformados quienes juraron en 1913 defender el orden constitucional vulnerado, la democracia y ser centinela y protector del pueblo.
Otro ejemplo que nutre los sentimientos de las Fuerzas Armadas es el ejemplo de aquellos soldados republicanos que acompañaron al presidente Juárez, autor de la segunda Independencia Nacional. Este Ejército puso fin en el Cerro de la Campanas a aquellas aventuras intervencionistas. Estos soldados acompañaron en su entrada triunfal a la Ciudad de México aquel 11 de enero de 1861, después de fusilar a Maximiliano y secuaces, malos mexicanos traidores a la patria Miramón y Mejía.
El Ejército no duerme, no se cansa, simplemente acata con lealtad, el mandato de garantizar la democracia de un México moderno, cumpliendo nuevas tareas que le han asignado en tiempos de paz, como construcción de aeropuertos, infraestructura, y salvar a la población ante los desastres actuales.
No obstante lo anterior, con profunda tristeza lamento que al Ejército se le acuse sin fundamento de asesinar y desaparecer a estudiantes indefensos de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, a sabiendas que son testimonios falsos de criminales, que no tienen ningún valor jurídico, solicitando órdenes de aprehensión en contra de destacados generales y soldados.
La hipótesis peregrina y perversa de que el Ejército fue el autor intelectual de la desaparición y asesinato de normalistas es una invención, patraña e insulto a esta esforzada institución. Tratan de vulnerar y alejar al Ejército del pueblo del cual proviene, y le tiene cariño y confianza.
¿A quién quieren engañar con esta maniobra?, no permitamos, no escuchemos el canto de las sirenas.
La Fuerzas Armadas mexicanas son y serán el más noble, el más confiable defensor de las instituciones nacionales.
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