Ante el actual panorama internacional, en medio de dos guerras y peligros que podrían afectar negativamente la paz y la seguridad internacional, es oportuno invocar los principios y normas de la Carta de las Naciones Unidas para preservar a las generaciones actuales del flagelo de la guerra que dos veces en el siglo pasado infligieron sufrimientos indecibles a la humanidad. Con base en estos principios me propongo publicar muchas notas de mis apuntes sobre los precursores contemporáneos de la diplomacia mexicana.
En el siglo XX ocurrieron dos sangrientas guerras mundiales, lo cual requería una certera visión de nuestra diplomacia, como continuación de una política interior, heredera de nuestras luchas de emancipación, de reforma y Revolución Mexicana, de esta última ya nadie quiere acordarse. En la Primera Guerra Mundial nuestro país practicó la diplomacia de la neutralidad, un aislacionismo que se requería para la reconstrucción del país desgarrado por la lucha armada.
Durante la Segunda Guerra Mundial en la cual murieron más de 40 millones de civiles y 20 millones de soldados en los frentes de batalla cuando el mundo estaba en llamas, las potencias europeas querían la guerra, la Alemania nazi coqueteaba con nuestro país como en la Primera Guerra Mundial, por medio de telegramas y el espionaje nazi fascista en el país.
Fueron momentos difíciles y confusos en el cual surgieron mentes brillantes, pensadores y luchadores sociales. El país requería de serenidad y templanza para actuar en la arena internacional ante la geopolítica del caos. Ante este escenario aparece un santo laico: don Isidro Fabela, miembro de una corriente de líderes intelectuales surgido del movimiento revolucionario al lado de otros como: Martin Luis Guzmán; Mariano Azuela, José Vasconcelos, Antonio Díaz Soto y Gama, y juristas de gran estatura moral como Luis Cabrera y José Natividad Macías, quienes al lado del presidente Carranza dieron brillo y esplendor al Congreso Constituyente de 1917 proclamando la carta magna, marco jurídico que le dio rumbo a nuestro proyecto de nación. Consagrando las garantías económicas y sociales al más alto nivel, filosofía que recoge mi tesis de licenciatura en la Facultad de Derecho en la UNAM, sobre la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados para la Paz y Seguridad Internacional.
Los generales emanados de la Revolución Mexicana, Cárdenas y Ávila Camacho, observaron la acción y brazo firme del defensor de la justicia y la paz, don Isidro Fabela, faro de luz que marcó el rumbo para el futuro, hombre providencial que con sus ideas el Estado mexicano participó como beligerante ante el conflicto. No tengo la menor duda de que el decreto del “Estado de Guerra” lleva su espíritu ante la decisión de México de participar como aliado con Estados Unidos en contra de las potencias del eje nazi fascistas. No podemos soslayar que, en aquellos tiempos líquidos y gaseosos donde todo lo sólido se disolvía en el aire, permeó la relación amistosa del presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt.
Isidro Fabela, como representante de México ante la Sociedad de las Naciones, fue un protector de los países débiles, víctimas de agresiones injustas, como la defensa de Etiopia ante la agresión unilateral de la Italia fascista, la defensa de la República Popular China por parte del expansionismo japonés, la defensa de la República Española ante la masacre del gobierno franquista, la injusta invasión de Austria por parte de la Alemania Nazi. Fue un enemigo implacable de la injusticia internacional. Esto engrandeció y dio brillo a nuestro país, por su lucha por la paz, condenando en los foros internacionales, el abuso de la fuerza armada unilateral que lesiona a países débiles. Esta conducta le dio al pueblo mexicano un enorme prestigio con su tesis de “no intervención y autodeterminación de los pueblos”, fue su credo y homilía laica.
Director del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo