El 14 de febrero de 1967 se firmó el Tratado de Tlatelolco, hace 55 años en la Cancillería mexicana. Dicho instrumento preconiza la proscripción de armas nucleares en el Continente Latinoamericano.
El entonces Embajador Alfonso García Robles fue el artífice y pionero por concebir y negociar un acuerdo para el establecimiento de la primera zona libre de armas nucleares, a este siguieron otras cuatro zonas libres de armas nucleares.
En este Centro de Estudios que me honro en dirigir, se le guarda un lugar muy especial a Don Alfonso García Robles asociado con la Fundación que lleva su nombre, dirigida por el Dr. Rafael Medina Martínez, jalisciense heredero de valores de la paz.
El Tratado antes mencionado se depositó en México, contando con la participación y apoyo de la Organización para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina (OPANAL), así como con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
México siempre ha sido un luchador por la paz, la construcción de relaciones armoniosas, equitativas, respetuosas entre los individuos como entre los estados. Ha sido un luchador incansable del desarrollo progresivo del derecho internacional como: la cooperación internacional para el desarrollo, el impulso en los foros internacionales del multilateralismo, defensor de la paz, y el desarme.
Con el paso del tiempo después de más de medio siglo de la firma del Tratado la figura de Don Alfonso García Robles se agiganta por su espíritu de concebir este instrumento para la paz mundial, quien contó también con otro gran mexicano el Embajador Jorge Castañeda de la Rosa.
Además de la no proliferación de armas nucleares en América Latina, México ha sido un campeón de la paz, seguridad y justicia internacional con otro nombre: el desarrollo, concepto que también incluye la justicia internacional, bajo un Nuevo Orden Económico Internacional, la cooperación alimentaria para luchar contra el fantasma que recorre el mundo, el flagelo del hambre que sufren los pueblos que hoy migran despavoridos buscando polos de prosperidad, lamentablemente son reprimidos en su intento estos seres humanos tratándolos como animales, deberíamos tomar conciencia de una "nueva Carta de los Derechos Humanos" para apoyar a estos desterrados de diversas partes del mundo, especialmente de Sudamérica en su derecho a vivir en paz.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha olvidado los temas de la cooperación internacional olvidando la seguridad humana.
El Consejo de Seguridad no conoce el multilateralismo.
La visión de México por la cooperación internacional se puso de manifiesto con la aprobación por la Asamblea General, la aprobación de la Carta de Deberes y Derechos Económicos de los Estados aquel 12 de diciembre de 1974, Carta de la paz, seguridad y concordia, documento que constituye el anhelo, el espíritu de la Carta de San Francisco, y el Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares.
La hambruna y la miseria de los pueblos marginados en un mundo navega a la deriva, parece que a nadie le interesa.
No se puede olvidar la enorme aportación de México con la propuesta y aprobación del Nuevo Tratado del Derecho del Mar por medio del cual los países costeros aumentaron su soberanía, económica. México duplico su espacio soberano para alcanzar 5 millones 114 mil kilómetros cuadrados, con la ampliación de su mar patrimonial de 200 millas náuticas, fuente de alimentación en los mares y también la explotación de yacimientos petrolíferos.
Entre los hombres como entre los estados, es necesario una nueva visión de cooperación con programas de acción real para aliviar la explosión del hambre, y las terribles enfermedades de esta pandemia por la cual han muerto millones de seres humanos.
Esta conmemoración del 55 aniversario del Tratado de Tlatelolco es la mejor oportunidad para hacer un llamado a la conciencia de las potencias para evitar una confrontación armada, la cual pondría a la humanidad al borde de un abismo nuclear. Estos países deben encontrar el camino del diálogo por la paz, subrayando: la paz se hace entre los enemigos.
No olvidemos los sufrimientos y heridas de la población por aquellas explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. La carrera atómica o nuclear comenzó aquel 6 de agosto, cuando el presidente Harry S. Truman, anunció con soberana alegría el estallido de dos artefactos nucleares.
En 1955, Albert Einstein y Bertrand Russel firmaron un manifiesto advirtiendo el grave peligro de la proliferación nuclear, las grandes potencias ignoraron este llamado, sin sospechar que en el futuro la guerra seria con armas atómicas, Espada de Damocles, holocausto de la humanidad.
Ante la discordia de tambores de guerra en medio de esta pandemia, que ha causado dolor y muerte a la humanidad, un conflicto armado sería una irresponsabilidad que causaría un apocalipsis en el cual no habría vencedores ni vencidos.
La cuarta guerra mundial sería a pedradas entre simios.
Este sería el mejor momento de invocar el espíritu, nobleza y grandeza, de México con el Tratado de Tlatelolco, ejemplo ante el mundo, globalizado que no sea solo para América Latina, que el espacio libre de armas nucleares sea global y se destruyan para siempre estas armas ilegales e inmorales.
"Las Guerras nacen en la mente de los hombres, y es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz": Acta constitutiva de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura