Si no fuera porque en México hemos perdido la capacidad de asombro o de veras creemos que todo lo malo que ocurre es producto de un plan malévolo para atacar al gobierno federal, y por tanto no pasa, los hechos de Matehuala, San Luis Potosí que, a partir de una denuncia por delito carretero y de la búsqueda de 23 turistas, derivaron en la localización de más de 86 víctimas de secuestro, la mayoría migrantes, ya habrían provocado un escándalo vergonzante de dimensiones mundiales. ¿Cómo es posible que en nuestro país se pueda secuestrar a tantas personas y ello se descubra casi de casualidad? ¿Cuántas víctimas más de secuestro en carreteras de todo el país permanecen hoy día privadas de la libertad? La terrible realidad que se desvela es contundente: nuestras carreteras se han convertido en tierra fértil de la delincuencia organizada, que en ellas puede ejecutar, con facilidad inaudita, secuestros y toda clase de delitos como homicidio, tráfico de personas, robo a transportistas, narcotráfico, huachicol, tráfico de armas y un largo etcétera, sin que pase nada, o casi nada. Es, reconozcámoslo, el fracaso rotundo de nuestras autoridades -léase Guardia Nacional y policías locales- en la prevención de esa clase de delitos.

Veamos si no. Tan solo respecto al robo de mercancías en tránsito, las cifras del INEGI muestran que en 2017 se contabilizaron 302,897 casos y para 2019 la cifra se ubicó en los 342,952. ¿El impacto? Muy grave: según la Encuesta Nacional de Victimización a Empresas, en 2017 las pérdidas por ese delito ascendieron a 85,256 millones de pesos, mientras que para 2019 la cifra se calculó en 208,563 millones. Se explica entonces que, también por información del INEGI, sepamos que en 2018 la población mayor de 18 años que dejó de viajar por carretera por temor a ser víctima de algún delito fue del 23%, mientras que para 2020 haya aumentado al 25%. Hoy es común -prácticamente generalizado- escuchar del temor a viajar o pasear por nuestras carreteras, especialmente en zonas interurbanas, ¿o no?

La ineficacia documentada en seguridad pública carretera no es menor: el control territorial de cualquier Nación comienza y termina en sus caminos, por lo cual, el que éstos sigan siendo campo de cultivo de la delincuencia organizada, augura ingobernabilidad. Así de claro y de sencillo. De allí que se deba cambiar el enfoque en la prevención. La presencia y el monitoreo permanentes de la Guardia Nacional y demás policías debería de garantizarse en todos los tramos carreteros, descentralizando su despliegue y echando mano de toda la tecnología existente, aunque sea

costosa, con cámaras, drones y vigilancia satelital. Faltaría mucho más, por supuesto, pero esas, me parece, serían acciones asertivas y muy buenas inversiones en lo que resta del sexenio.

Claro está, si recobramos nuestra capacidad de asombro frente al sufrimiento de miles de víctimas de carne y hueso que transitan por nuestras carreteras. Si dejamos de responsabilizar al imaginario enemigo, siempre presto para dañar los buenos oficios gubernamentales. Si, en fin, por una vez, miramos el problema de la delincuencia en carreteras sin los filtros de los colores de los partidos políticos. ¿Podremos?

Jorge Nader Kuri, abogado penalista. @JorgeNaderK

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