Clark, Amber, Joshua, Jennifer, David, Elizabeth, Richard, Jessica, Robert, Jamal, Mary y Elon. Son los nombres imaginarios de los 12 jurados norteamericanos que a partir de hoy y más pronto que tarde, emitirán su veredicto en el juicio de Genaro García Luna . La fiscalía y la defensa han expuesto sus alegatos finales y el juez ha instruido a esos ciudadanos sobre los límites que deberán considerar durante sus reflexiones. Ahora les toca encerrarse durante horas o días para decidir en secreto, de acuerdo con su íntima convicción y sin necesidad de dar explicaciones a nadie, si toda la información rendida en el juicio es válida y suficiente, más allá de toda duda razonable, para dar por cierto, que había una relación de complicidad entre los jefes policiales -encabezados por García Luna- con los capos de la delincuencia organizada; que existían mecanismos bien dispuestos para entregar, en público y privado, a veces frente a la embajada de Estados Unidos en México, millones de dólares en efectivo; que el crecimiento de las organizaciones criminales transnacionales fue posible gracias a esa complicidad; y que mientras todo eso sucedía, el gobierno norteamericano premiaba a García Luna.

Las únicas pruebas fueron testimonios de delincuentes confesos cuya participación fue condición para beneficios penitenciarios y migratorios, la mayoría “de oídas”, quizás pensarán algunos. No se presentaron documentos, fotos, videos, periciales. Sin embargo, otros dirán, en la sociedad estadounidense la palabra se presume verídica y es creíble, venga de quien venga, incluso de “bad hombres” transformados a sinceros por el hecho en este lado de la frontera. Y en un momento dado anotarán, en una boleta especial, su decisión: “culpable” o “no culpable. Punto final.

Entonces, su veredicto tendrá efectos inmediatos sobre la persona de García Luna. De resultar culpable, permanecerá en prisión pocos o muchos años. Pero eso poco importará en México. En nuestra República, una de dos: o García Luna actuó en solitario, o lo que hizo y no hizo lo supieron y toleraron ambos países. ¿Se pueden mover tantos millones de dólares en efectivo sin que se enteren los gobiernos? ¿Hasta dónde estaban metidos los presidentes de México y Estados Unidos en aquellos años? ¿Y las autoridades hacendarias, de seguridad nacional y de combate al narcotráfico de ambos países, especialmente las que atiborraban de condecoraciones a García Luna? Sin duda, un veredicto contra García Luna sería también -ya se dijo- una sentencia contra México y Estados Unidos -aunque, bien visto, tal vez eso sea lo que necesitemos para establecer una mejor política criminal para enfrentar a la delincuencia organizada.

Quien diría que, en buena medida, depende de Clark, Amber, Joshua, Jennifer, David, Elizabeth, Richard, Jessica, Robert, Jamal, Mary y Elon, lo que ocurra en el futuro inmediato cuando de policías y delincuencia organizada se trate. Por eso, no tenemos más que desear que su visión obligadamente norteamericana sirva, por lo menos, de inspiración para el cambio verdadero. Porque, ¿hay alguien que crea en serio que las policías mexicanas y estadounidenses han mejorado lo suficiente desde los tiempos de García Luna? Yo no.

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Jorge Nader Kuri, abogado penalista. @JorgeNaderK

 

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