Hoy es un buen día para recordar que el artículo 39 constitucional dispone que la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo; que todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste; y que el pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno. El pasado 2 de junio, el pueblo habló y dijo que quiere a Claudia Sheinbaum Pardo como la primera mujer presidenta de nuestra historia y que, de confirmarse la información preliminar, le otorga poderes plenos para diseñar un nuevo México, con el acompañamiento incontestable del Poder Legislativo y de la mayoría de los gobiernos de las entidades federativas. De esta forma, si se confirman las tendencias preliminares una vez que concluyan los cómputos oficiales que comenzaron ayer y las impugnaciones que se promuevan con respecto a los resultados oficiales, a partir del 1 de octubre tendremos una gobernante sin contrapesos políticos internos que no será amagada por una oposición extraviada como la que actuó recientemente y que, con la fuerza que le quede, deberá entender que no es obstaculizando toda decisión gubernamental ni atacando a quienes no piensan como ellos como deberá participar en la vida republicana de nuestro país y conseguir la adhesión de los votantes.

La presidenta Sheinbaum tendrá una enorme responsabilidad sobre sus hombros, pues al mismo tiempo que contará con un poder sin cortapisas, deberá gobernar para todos, incluso para quienes no votaron por ella. Frente a sus decisiones, los mercados, la inversión extranjera y la globalización tecnológica, comercial y financiera actuarán para contenerla, como ya se vio esta semana. En ese escenario, el tono de su mensaje por la noche del 2 de junio fue de concordia, estabilidad y unidad nacional. Ojalá así sea, porque México somos quienes creemos que el beneficio del pueblo es el de todas las personas, independientemente de su pensamiento, filias y fobias. Somos quienes, al final del día, anhelamos lo mismo: paz, estabilidad económica, salud, educación, seguridad pública, justicia y un entorno en el que podamos ejercer nuestros derechos y libertades en igualdad. Somos el país que quiere recomponer su sistema político y la forma de entender la democracia electoral, con reconciliación, rumbo, y fuerza. Y somos ese pueblo que, con firmeza, ha mandatado una vez más la forma de su gobierno para los próximos años, y al que todas las personas estamos convocadas sin regateos.

Que la sabiduría, moderación y suerte acompañen a nuestra próxima presidenta y a quienes integrarán su gobierno. Que la mesura distinga al Poder Legislativo, para que ejerza apropiadamente su papel de Poder de poderes, evite la tentación de vulnerar la democracia deliberativa y, sobre todo,

reivindique el menguado prestigio de los legisladores. Que la prudencia, sin mella de firmeza jurídica, independencia y autonomía, caracterice al Poder Judicial de la Federación, para que exista un ejercicio responsable de los poderes, en coordinación y sana división de funciones. Y que todos nosotros, los de a pie, esos millones que salimos a votar el pasado domingo y los que no lo hicieron, logremos, por fin, reconciliación, fraternidad, unidad y bienestar en todo sentido.

Jorge Nader Kuri, abogado penalista.

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