Estos días, se lleva a cabo en los Emiratos Árabes Unidos la 28a edición de la Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en la que líderes mundiales debaten el plan de acción urgente que nuestro planeta necesita para rectificar su rumbo y cumplir el objetivo establecido en el Acuerdo de París sobre el Clima de mantener el aumento de la temperatura global en 1,5 grados.
A pesar de que los temas centrales son la mitigación, la adaptación y la financiación climáticas, esta COP se ve influida por el ambiente de conflicto en la región. Las hostilidades en Gaza continúan pesando en nuestros pensamientos y emociones, consumiendo la energía y atención diplomática tanto a nivel regional como mundial.
Sin embargo, asumir que los conflictos desvían nuestra atención de la crisis climática es un error. No se trata de una cosa u otra: ambas cuestiones están intrínsecamente relacionadas. Los conflictos no sólo agravan los efectos del cambio climático, sino que también el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación del medio ambiente debilitan progresivamente nuestro mundo, alimentando los conflictos.
Aproximadamente el 90% del total de personas refugiadas proceden de países situados en la primera línea de la emergencia climática. La mayoría de estas personas proceden de tan solo cinco países: Afganistán, Myanmar, Siria, Sudán del Sur y Venezuela. Estos países también se encuentran entre los más vulnerables a los efectos de la crisis climática.
Al desplazarse las personas refugiadas están desproporcionadamente expuestas a los riesgos relacionados con el clima. Los países clasificados como altamente vulnerables a los efectos de la crisis climática albergan al 20% de la población mundial y, sin embargo, acogen a más del 40% de las personas refugiadas.
Permanecer en la pasividad frente al cambio climático no construye una paz sostenible. Para las comunidades más vulnerables, cada perturbación, ya sea un desastre inducido por la crisis climática o un conflicto, crea nuevos ciclos de vulnerabilidad, haciéndolas menos capaces de hacer frente a la siguiente perturbación.
Es urgente abordar el hecho de que las personas que viven en entornos frágiles y afectados por conflictos a menudo se quedan al margen de la acción climática. No debería ser así.
Esto significa una mayor coherencia entre la financiación y la asistencia que se le asignan a las acciones de mitigación y adaptación al cambio climático, al desarrollo, a las actividades humanitarias y a la paz y la seguridad. Significa trabajar para garantizar la disponibilidad de financiamiento climático y que este llegue a los entornos afectados por conflictos. También significa trabajar con las comunidades y los Gobiernos para crear un entorno propicio para la acción climática. Implica esforzarse más para asegurar que la prevención de conflictos incorpore aspectos climáticos, y que la acción climática tenga en cuenta los conflictos. Ahora bien, ¿cuáles son las implicaciones prácticas de esto?
La organización que dirijo, UNOPS, centra sus operaciones en los pilares de ayuda humanitaria, desarrollo y paz, y seguridad. Implementamos proyectos en nombre de las Naciones Unidas, los Gobiernos y otros asociados, aprovechando nuestra experiencia en infraestructura, adquisiciones y gestión de proyectos. Durante 2023, aproximadamente la mitad de la ejecución global de UNOPS se ha llevado a cabo en contextos frágiles y afectados por conflictos.
Como organización, tenemos la firme determinación de apoyar a todos los países en sus esfuerzos para hacer frente a la crisis climática impulsando un desarrollo resiliente al clima. La experiencia de UNOPS en el terreno nos ha demostrado que es necesario incorporar una visión y acciones climáticas en nuestros proyectos, para robustecer las condiciones necesarias que faciliten una paz duradera y el desarrollo sostenible en zonas afectadas por conflictos.
Esta experiencia está respaldada por los estudios realizados conjuntamente por UNOPS y el Instituto Danés de Estudios Internacionales, que han demostrado que la infraestructura sostenible, inclusiva y resiliente desempeña un rol clave, no solo para impulsar el desarrollo económico, sino también para abordar las causas profundas de la violencia y prevenir los conflictos.
Tomemos el ejemplo de Yemen, uno de los países más vulnerables al cambio climático, donde años de conflicto han socavado gravemente la prestación de servicios públicos, incluido el suministro de electricidad, con consecuencias devastadoras en todos los aspectos del desarrollo humano.
En este país, gracias a la financiación del Banco Mundial, colaboramos con asociados locales proporcionando soluciones de energía solar sin conexión a la red para escuelas, hospitales, vías públicas y viviendas. El impacto de este trabajo va más allá de restablecer el acceso a los servicios urbanos críticos para 1,4 millones de yemeníes. Significa crear resiliencia y apoyar una economía local que apuesta por la sostenibilidad. A través de la colaboración con el sector privado local, incluidas las instituciones de microfinanciación, UNOPS ha ayudado a desarrollar el mercado fotovoltaico solar a pequeña escala en el país.
Del mismo modo, antes de la escalada de violencia en las hostilidades en Oriente Medio, y en respuesta a la escasez crónica de electricidad en Gaza, UNOPS trabajó para permitir el acceso al suministro eléctrico y a los servicios de salud mediante soluciones de energía renovable. Un ejemplo de este trabajo consistió en la instalación de un sistema solar híbrido en el Hospital Europeo de Gaza que presta servicio a unas 100.000 personas.
En Haití, donde la vulnerabilidad climática, la violencia descontrolada de las bandas y una crisis alimentaria han convertido la vida en una verdadera pesadilla para gran parte de la población, trabajamos, junto con el Banco Mundial y el Gobierno, para proporcionar una fuente de energía limpia y confiable a los hospitales de todo el país. Esta labor es especialmente importante si se tiene en cuenta que menos de la mitad de la población de Haití tiene acceso al suministro eléctrico. Además, sabemos que las intervenciones de salud, cuando se realizan teniendo en cuenta el conflicto, pueden contribuir a crear sociedades pacíficas.
En el conflicto en Sudán del Sur, la crisis climática y una sequía devastadora hacen que dos tercios de la población, es decir, más de 7,7 millones de personas, se enfrenten a crisis alimentaria o situaciones incluso peores. En este caso trabajamos con asociados como la Unión Europea y el Banco Mundial para mejorar la seguridad alimentaria y aumentar la resiliencia. Para apoyar el comercio, colaboramos con la Unión Europea en la construcción de mercados y más de 170 kilómetros de carreteras secundarias, que son construidas con materiales locales. Estos caminos ayudan a los agricultores de zonas remotas a acceder a los núcleos comerciales, lo que beneficia a las empresas locales y aumenta la sensación de seguridad en la zona.
Un futuro mejor para las personas y el planeta requiere una acción climática que no deje a nadie atrás. Sin embargo, para las personas en contextos frágiles y afectados por conflictos, esa acción podría no llegar lo suficientemente pronto. En un momento en que las crisis se agravan en todo el mundo, es necesario dar prioridad a una acción climática que contribuya a la paz.
Secretario general adjunto y director ejecutivo de la UNOPS, la oficina de las Naciones Unidas especialista en infraestructura y adquisiciones. La UNOPS implementa proyectos y programas en algunos de los entornos más complejos de todo el mundo.