A pesar de que el receso del verano se ha instalado en muchas regiones, el mundo se sigue moviendo a toda velocidad. Y es que, mientras unos se escapan a la playa, otros siguen la Eurocopa y otro más se preparan para los Juegos Olímpicos, a lo largo de estas semanas se está definiendo en buena medida el futuro de Europa, de EU y, nos guste o no, del mundo.

Las elecciones al Parlamento Europeo están provocado una reconfiguración política que marcará el rumbo de la Unión Europea (UE). Los nuevos europarlamentarios tejen alianzas con base en afinidades ideológicas pero también en función de la confrontación entre quienes desean profundizar la unión y aquellos que, por convicción o ignorancia, socavan el bloque desde dentro para delicia de Rusia y China. La derecha avanza pero afortunadamente se ha dividido irreductiblemente entre moderados pro Europa, bajo el liderazgo de Giorgia Meloni, y ultras, simpatizantes de Rusia, a los que, al amparo del húngaro Viktor Orban, se han unido entre otros los partisanos de Le Pen y los españoles de Vox. La sacudida generada por el preocupante crecimiento de los extremistas en varios países ha sido tal que provocó el adelanto de elecciones a la Asamblea Nacional francesa. Por si fuera poco, sin siquiera consultar con sus colegas europeos, Orban, quien ocupa la presidencia rotativa de la UE, se abrogó la facultad de reunirse con Putin y Xi para proponer una salida negociada a la guerra contra Ucrania en condiciones muy favorables para Rusia.

Ante tal escenario sorprendió gratamente que el cerco sanitario a la extrema derecha francesa funcionara de nuevo, marginando una vez más al partido de Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones legislativas con la suma de fuerzas de amplio espectro ideológico, tal y como ha ocurrido también en las tres últimas elecciones presidenciales en ese país. Resultó también alentadora la salida de Vox de los gobiernos de cinco comunidades autónomas de España como protesta contra la aceptación de unos cuantos migrantes menores no acompañados, en un acto de profunda crueldad xenófoba a contrapelo de la solidaridad que prevalece en la sociedad española actual. Lo mismo se puede decir del regreso del laborismo al gobierno del Reino Unido después de 14 años de dominio conservador que, con el arrepentimiento por el Brexit como telón de fondo, rompió la racha de la derecha europea.

Al otro lado del Atlántico se desarrolla la campaña más convulsa en décadas, en la que el odio ya tuvo consecuencias con el intento de asesinato a Trump. Días antes, la Cumbre de la OTAN en Washington fue escenario de nuevos lapsus del presidente Biden. La trascendencia de las decisiones de la reunión pasaron a segundo plano ante la preocupación que generaba, incluso antes del atentado, lo que ahora luce como un casi inevitable triunfo de Trump tras la foto “heroica” de su extracción. Pese a su baja popularidad, la alternativa de Kamala Harris comienza a tomar tracción porque ofrecería la transición más tersa al dar continuidad a la campaña, aprovechar una maquinaria muy aceitada y conservar las donaciones que de otra manera se perderían. Hay quienes incluso abogan por que Harris se presente como presidenta en funciones, disfrutando de las ventajas objetivas y subjetivas de la incumbencia, en caso de que Biden decidiera renunciar también a su cargo de manera anticipada. Por lo pronto, hay indicios de que la propia campaña demócrata estaría midiendo las posibilidades de la vicepresidenta en caso de un tête-à-tête con Trump. Aunque tras el atentado contra el republicano ha disminuido la presión para que Biden se baje de la carrera, ¿será la puntilla o, por el contrario, razón para aferrarse? Los sabremos pronto.

Esta será, por ahora, mi última columna. Por razones profesionales he decidido iniciar una pausa en mis contribuciones semanales en EL UNIVERSAL, que ha sido mi casa editorial por más de dos años. Estoy muy agradecido con David Aponte y su gran equipo por el espacio y la libertad que he disfrutado para compartir reflexiones en materia de política exterior.

Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos

@amb_lomonaco

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