La invasión rusa a Ucrania ha sido también una disputa por las percepciones, en la que no solo la realidad sino también la propaganda y la desinformación han jugado un papel muy importante. Por un lado, en Occidente la información es mayormente pública y los efectos de la guerra se conocen y se sienten. Así, en Europa se habla cada vez menos de la invasión y cada vez más de la escasez de granos y de gas. La discusión sobre causas y valores ha perdido relevancia frente a la de necesidades materiales. En contraste, la propaganda de Putin, las justificaciones de la invasión y la expectativa de una victoria inminente siguen vivas y coleando en Rusia. La disputa ha sido, por tanto, muy asimétrica, con una ventaja considerable para la Rusia autoritaria sobre las democracias de Occidente.
Los europeos han sido muy solidarios con Ucrania, pero han comenzado a sufrir en carne propia los efectos del conflicto. Sin embargo, la situación en el bando contrario no parece ser mejor. Contrario a la desinformación rusa -replicada por medios, aliados y tontos útiles alrededor del mundo-, hay muchas señales de que las sanciones acordadas por Occidente están teniendo un efecto muy significativo sobre Rusia y su capacidad militar. En otras palabras, el colapso de la economía rusa podría ser cuestión de tiempo, lo que reventaría la burbuja que cubre a la opinión pública de ese país y movilizaría a las élites en contra de su líder. La gran pregunta es entonces ¿qué ocurrirá primero, la demanda de los electores europeos de ceder ante Rusia o la rebelión de la nomenclatura contra Putin?
Cualquiera que sea, el desenlace del conflicto tendrá consecuencias globales de las que surgirá un nuevo equilibrio de poder en el mundo. Por ello, la comunidad internacional, más allá de los directamente afectados, se ha tenido que pronunciar, aunque lo haya hecho a medias porque el primer instinto de muchos países no es la defensa de principios, o porque prefieren estar con los ganadores que del lado correcto. Así, la mayoría de los países de América Latina, África y varios en Asia han condenado la invasión, pero no se han sumado a las sanciones o apoyado la expulsión de Rusia de algunos órganos o organismos internacionales. Se trata de países que anticipan o incluso desean una victoria rusa o que, por lo menos, prefieren dejar sus opciones abiertas, como parecería ser el extraño caso de México, que se cree distante del conflicto pese a ser vecino y, por lo menos por ahora, socio de EU.
En cualquier conflicto la narrativa es fundamental, pero en este, el primero en disputarse en serio también en las redes sociales, se ha vuelto crucial. Hasta ahora, el mensaje de Occidente ha sido que defender a Ucrania es defender el derecho internacional y la democracia, promover causas y valores. Debe seguir siendo así. Pero, ante las dudas de algunos gobiernos y del ciudadano común y corriente, hace falta un mensaje más simple pero mucho más poderoso: vamos a ganar (independientemente de la definición de victoria en este conflicto).
Esta narrativa parece necesaria no solo en países que no han acabado de tomar partido por Ucrania, sino también en la propia Europa, que vive días cada vez más difíciles a causa de la invasión. Además de inflación y precios de gasolina sin precedentes, el continente enfrenta ya el racionamiento de la electricidad. La decisión de reducir el consumo de gas en toda la región -fuente principal de la generación de luz en Europa- ha producido serios desacuerdos en el seno de la UE, pues los países del Mediterráneo, más diversificados en sus fuentes del hidrocarburo, se negaron a asumir el mismo recorte que naciones como Alemania, altamente dependientes del suministro ruso. No deja de resultar irónico que el mayor reto para mantener presión sobre Rusia sean principios democráticos como elecciones libres, estado de derecho, transparencia y prensa independiente.
Si la perspectiva de derrota rusa es poco convincente, ¿cuánto más aguantarán los ciudadanos europeos antes de concluir que el sacrificio ha sido suficiente y comiencen a reconsiderar su apoyo incondicional a Ucrania? Como lo fue en 1941-42 durante el avance Nazi hacia Moscú, el próximo invierno podría ser determinante y será una prueba para la paciencia europea que dependerá, en buena medida, de la certidumbre de que valdrá la pena aguantar porque Occidente y sus valores prevalecerán.
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.
@amb_lomonaco