Este, como otros gobiernos del pasado, comenzó su gestión anunciando con bombo y platillo que México se acercaría a América Latina para “recuperar el liderazgo perdido en la región”. Muchos creyeron que esta vez sí ocurriría porque se trataba de un gobierno supuestamente de izquierda que privilegiaría al Sur sobre el Norte, como si se tratara de una cuestión de ideología. No podían estar más equivocados.

El acercamiento a América Latina ha sido siempre un reto de enorme complejidad para México. Por un lado, la unidad latinoamericana es una aspiración romántica, más retórica que con sustento en el terreno. Por el otro, geografía, realpolitik y vínculos económicos, comerciales, familiares y culturales cada vez más profundos han propiciado una creciente dependencia entre nuestro país y Norteamérica. Por ello, no obstante las intenciones y los esfuerzos, sexenio tras sexenio, la realidad se ha acabado por imponer.

Pero nadie imaginó que sería América Latina, con excepción de las tres dictaduras y Bolivia, la que se distanciaría del gobierno de López Obrador. ¿Por qué? Aunque por razones distintas, tanto las izquierdas como las derechas latinoamericanas se sienten incómodas con el presidente. Desconocimiento y desinterés por lo que ocurre más allá de nuestras fronteras, sesgos ideológicos, pleitos innecesarios, impertinencias, improvisaciones, nostalgia por la guerra fría, sometimiento de la agenda internacional a intereses personales y un largo etcétera. En resumen, López Obrador ha moldeado una política exterior vintage que provoca desconfianza y merma la influencia y el prestigio de México en América Latina y el mundo.

Nada encapsula mejor este fenómeno que la reciente elección a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Todo indica que después de anunciar en una mañanera la candidatura de Alicia Bárcena al BID no se hizo nada más, ni siquiera formalizar la aspiración por escrito ante el banco. Quizás López Obrador estaba convencido de que en el mundo las cosas funcionan como en la 4T y que bastaba con su voluntarismo para que sus deseos se hicieran realidad. Bárcena provocó el rechazo de sectores influyentes en EU que, con 30% de las acciones, es el principal socio del banco. Prudentemente se retiró de la contienda. Apenas unos días antes de la elección se nominó a Gerardo Esquivel, subgobernador del Banco de México. Esquivel no tuvo oportunidad de prepararse y apenas pudo cabildear, cosa que hizo prácticamente solo. Quedó claro que el objetivo del presidente no era ganar la elección del BID sino deshacerse del economista. Pero la magnitud de la derrota fue tal (9 a 1), que el fracaso no fue de Esquivel sino de López Obrador. Por ello el comunicado tan destemplado y fuera de lugar de la Secretaría de Hacienda. Como colofón del desaguisado, el presidente argentino canceló su visita a México ante la acumulación de agravios y no se volvió a saber más sobre el viaje de Lula. Al mismo tiempo, López Obrador suspendió la cumbre de la Alianza del Pacífico, pero aún así se vio obligado a presenciar agudas críticas y duros deslindes del mandatario chileno Gabriel Boric y, en menor medida, del colombiano Petro durante su estancia en nuestro país. Así, en unos cuantos días se desmoronó la muy anticipada reunión de gobernantes latinoamericanos de izquierda convocada por México.

Los eventos de las últimas semanas no ocurren en el vacío. Las diferencias de México con la mayor parte de la región y su aislamiento comenzaron prácticamente desde el principio de esta administración como consecuencia de despropósitos como remplazar la OEA por otra organización sin EU y Canadá, boicotear la Cumbre de las Américas o atacar al reconocido y profesional sistema de observación electoral de la propia OEA, en represalia por revelar el fraude en la reelección de Evo Morales.

Es en este contexto en el que se comenzaron a acumular fracasos en elecciones a organismos multilaterales. Uno tras otro. Con tal de impedir la reelección de Luis Almagro en la OEA, México promovió la candidatura de una exministra ecuatoriana, que no era apoyada ni por su propio gobierno. Almagro ganó con una ventaja de dos a uno. Algunos meses después vino la eliminación de Jesús Seade en la primera ronda de las elecciones en la Organización Mundial de Comercio, que le dio dimensión global al aislamiento mexicano. Siguió la derrota de Nadine Gasman en la Organización Panamericana de la Salud, que provocó el vergonzoso reclamo de López-Gatell a los encargados del procedimiento, exigiendo un recuento “voto por voto”. Y ahora, el BID. Difícil argumentar que no hay un patrón. El gobierno de López Obrador ha logrado lo que parecía imposible: alejar a México de EU y también de América Latina. Cada día más solos.

Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos 

@amb_lomonaco 

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