Las redes sociales y la discusión pública se incendiaron tras la publicación de tres reportajes en los que se informa de una investigación de la DEA sobre un supuesto financiamiento del narcotráfico a la campaña de López Obrador a la presidencia en 2006. Las tres notas, su contenido, su contexto y el momento de su publicación han sido ampliamente debatidos por unos y otros. Me concentraré entonces en la reacción del presidente y sus implicaciones.
Como era de esperarse, López Obrador respondió con furia, caracterizando los reportajes como una acción coordinada vinculada a tiempos electorales, sin aclarar si en México, EU o ambos. Calificó a Tim Golden de títere y “mercenario de la DEA”, mientras que responsabilizó al gobierno de EU. Por momentos pareció conceder que Biden podría no estar enterado del “ataque” aunque después le exigió una disculpa y amenazó con dejar de cooperar en la lucha contra el crimen organizado.
Con su nostalgia tabasqueña y cultura autoritaria, López Obrador ni siquiera concibe la separación de poderes, la independencia de los medios y la autonomía de muchas agencias gubernamentales estadounidenses. Si en México ocurriera algo parecido, parecería pensar López Obrador, el presidente de seguro estaría involucrado, como en efecto sucede con frecuencia cuando se ataca con filtraciones, granjas de bots, declaraciones en La mañanera y carpetas de investigación de las fiscalías contra cualquier rival político del gobierno. Para la conspiratoria mente de López Obrador, la mano de Biden tendría que estar detrás de la investigación, las filtraciones y los reportajes, como parte de un compló que incluye a Salinas y a los más conspicuos opositores, los “conservadores” de siempre.
En el contexto de la crisis en la frontera entre ambos países, Biden llamó por teléfono a López Obrador apenas unos días después. Como nos hemos acostumbrado con la 4T, las versiones de ambos gobiernos son muy distintas. Según la mexicana, López Obrador planteó a Biden, ahora sí directamente, una serie de puntos o condiciones para continuar haciendo el trabajo sucio de contención migratoria, que incluyen el levantamiento del “bloqueo” (que no es bloqueo) a Cuba y las sanciones a Venezuela. Si lo hizo o no es irrelevante, porque EU nunca cederá y México continuará haciendo lo que ha hecho estos años. Mucho más relevante es en lo que sí coinciden ambas versiones: ni López Obrador exigió una disculpa por las revelaciones de la investigación de la DEA, ni Biden se la ofreció.
México vive ciclos noticiosos cada día más cortos, en los que el siguiente escándalo desplaza al anterior. Sin embargo, hay rendimientos decrecientes para el gobierno. Por ejemplo, la reapertura de la investigación sobre el asesinato de Colosio se frustró por tratarse de un burdo distractor. La batería de reformas constitucionales tampoco ha alcanzado para desviar la atención, porque se le vieron las placas al presidente. Así, el atracón legislativo de López Obrador tendrá que convivir en la discusión pública con las acusaciones de tráfico de influencias de sus hijos y de financiamiento del narcotráfico a su campaña de 2006.
López Obrador no ha dejado de hablar de la investigación de la DEA porque, haiga sido como haiga sido -como diría el clásico-, la sombra de la sospecha le persigue en ambos lados de la frontera y las preguntas sobre si México se ha convertido en un narcoestado son cada día más punzantes. El comportamiento del presidente, la creciente participación del crimen organizado en las elecciones en México, el financiamiento ilegal a las campañas, las acciones y, sobre todo, las omisiones de su gobierno han dado verosimilitud a los reportajes y credibilidad a las denuncias. La cereza del pastel ha sido la negativa del presidente de formalizar su reclamo. Ya no digamos iniciar un proceso legal por difamación en EU como ha exigido Xóchitl Gálvez. Acaso, ¿teme a la respuesta que recibiría? Y, es que, por cierto, el mismo gobierno que cerró la investigación la puede reabrir en cualquier momento.
López Obrador es el peor enemigo de López Obrador. Hace 18 años autosaboteó su campaña con errores que dilapidaron 30 puntos de ventaja en tan solo unas cuantas semanas. ¿Lo estaría haciendo de nuevo? El pasado parece haberle alcanzado.
Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos
@amb_lomonaco