Amenazante, Trump parece imbatible. Sin embargo, ha comenzado a recibir fallos y sentencias de los procesos judiciales en su contra. Hasta ahora se han producido tres, todos sobre casos civiles. En el primero, el juez ordenó a Trump pagar 5 millones de dólares a E. Jean Carroll, víctima de violación, por difamación y daños punitivos. El mismo juez falló de nuevo en su contra en una segunda edición del caso Carroll y ordenó a Trump pagar 85 millones adicionales por haberla insultado y difamado después del primer juicio, a pesar de haber sido advertido. Por su parte, una corte de Nueva York ordenó al ex presidente pagar 355 millones más intereses (a la fecha 470 millones acumulados) por fraude al haber inflado el valor de sus propiedades para obtener préstamos y cerrar tratos.
Trump ha intentado, sin éxito, obtener suspensiones (stays) en la ejecución de las sentencias. Naturalmente, está apelando los casos. Pero ello no lo libera -al contrario- de la obligación de pagar u obtener una fianza por cada uno. Debido a su caótica historia financiera y mala reputación, el delirante ex presidente ha tenido serias dificultades para encontrar afianzadoras dispuestas a garantizar los pagos a la corte. Ello lo obligó a depositar 5.5 millones para el caso Carroll 1 y, para el Carroll 2, contratar una fianza por 92 millones con una compañía de seguros en condiciones muy desfavorables. El fraude en Nueva York, por su parte, no solo agrega sino que es de otra dimensión, literalmente, por lo que conseguir una fianza cinco veces mayor parece poco posible. Conocido por hacer negocios de saliva, Trump finalmente se ha visto obligado a reconocer lo que muchos sospechaban: no tiene escondido bajo el colchón el dinero necesario para cubrir sus adeudos, por lo que ha tratado de negociar con la corte, sin éxito, toda clase de acuerdos absurdos. El ex presidente deberá pagar o depositar una fianza por más de 500 millones de dólares antes del 25 de marzo para evitar la confiscación de bienes que podrían incluir, entre otros, su avión y Trump Tower, emblemáticos para la construcción de la leyenda. La tentación de aceptar dinero ruso, saudí o malhabido será cada día mayor. Alternativamente, podría declarar bancarrota personal, destruyendo por completo su imagen de ganador. Peor aún, por tratarse de casos estatales, Trump no podría perdonarse a sí mismo en caso de repetir como presidente. Si pierde las apelaciones, no podrá recuperar ni su dinero ni sus bienes. Y todavía deberá enfrentar otros cuatro juicios, todos criminales.
Con tantos problemas legales, Trump ha utilizado, de forma potencialmente ilegal, una parte importante (30 millones de dólares) de las aportaciones que ha recibido su principal comité de acción política o PAC, por sus siglas en inglés, para pagar abogados y costos asociados. En contraste, Biden no solo no enfrenta una hemorragia financiera ajena a la campaña sino que además ha comenzado a recaudar más que Trump (casi el doble en el último trimestre de 2023). Como resultado, la campaña del presidente terminó el año muy por encima de la del falso magnate (46 contra 33 millones de dólares) y logró una cifra récord en febrero (42 millones).
La campaña de Trump parece destinada a enfrentar todavía mayores problemas financieros, al comenzar a surgir temores, probablemente bien fundados, de que recursos del Partido Republicano o nuevas contribuciones a la campaña sean desviados para cubrir ya no solo la defensa del ex presidente sino también los fallos judiciales. En caso de cundir la desconfianza, el falso magnate enfrentaría dificultades adicionales para recaudar fondos, con lo que tendría que depender todavía más de los pequeños contribuyentes que, si bien creen ciegamente en Trump, difícilmente suplirían a los grandes donantes que comienzan a tener dudas sobre el retorno de su “inversión”. Para sorpresa de muchos, empezando por el propio ex presidente, ahora parecería que el mayor obstáculo entre Trump y la Casa Blanca ya no es Biden, los demócratas o el creciente número de republicanos que conservan un compás moral. Ni siquiera los problemas legales o, incluso, la cárcel. Irónicamente, es el dinero…o la falta de. Hermosa ironía.
Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos
@amb_lomonaco