El presidente López Obrador comenzó el 2022 tomando partido por el lado equivocado y terminó el año de la misma manera. En un caso, clamando neutralidad ante la invasión rusa; en el otro, justificando el rompimiento del orden constitucional y agitando la crisis en Perú. No se trata de hechos aislados. Su antipatía por Zelensky y su apoyo a Pedro Castillo se suman a la simpatía que tiene por una larga lista de personajes impresentables.

Como Donald Trump , que ha insultado a México y los mexicanos para beneficiarse políticamente, y está sujeto a múltiples investigaciones judiciales que van desde sustracción ilegal de documentos clasificados hasta promover un acto de insurrección. O Evo Morales, que violó una disposición constitucional que le impedía tratar de reelegirse de nuevo y cometió fraude electoral, o Cristina Fernández, quien ha sido condenada a seis años de prisión por corrupción. También Díaz Canel, que ha perseguido y encarcelado a cientos de manifestantes en un país que prohíbela libre asociación y la libertad de expresión, o Daniel Ortega, que ha violado derechos humanos a mansalva y encarcelado a todos sus opositores para permanecer en el poder, o Nicolás Maduro, que ha empobrecido a su país, destrozado instituciones y roto el orden constitucional. Se suma Pedro Castillo quien, aunque fuera por unos cuantos minutos, llevado por la desesperación, manipulación, incompetencia o bajo la “influencia de alguna sustancia”, perpetró un autogolpe de Estado a la Fujimori . Y no podía faltar Vladimir Putin quien, tras invadir sin provocación a un estado soberano y amenazar con el uso de armas nucleares, es acusado de crímenes de guerra. Todo un cuadro de honor.

¿Por qué se siente López Obrador tan identificado con estas "celebridades”? En su visión maniquea de la vida, el presidente divide a México y al mundo entre buenos (la 4T y sus amigos) y malos (los demás), pero también en izquierdas y derechas, entendidas como lo eran durante la guerra fría. En otras palabras, más por alineación con una u otra superpotencia que como resultado de sus políticas públicas. Así, el presidente muestra una trasnochada aspiración de liderazgo regional y una debilidad por los gobiernos autodenominados de izquierda, sobre todo en América Latina, aunque lo sean solo de nombre. Pero ni Putin ni Trump encajan en ese molde . El ruso desde luego evoca en López Obrador una añorada alineación con la Unión Soviética, aun cuando sea nada más por fastidiar a EU. Por su parte, la justificación de pragmatismo hacia Trump no alcanza. En un mundo con más y más populistas, cuya división más relevante no es ya ideológica sino entre democracias y regímenes autoritarios, López Obrador parece compartir con Trump -y los demás personajes de la lista- admiración por los llamados “hombres fuertes” (hay mujeres también) a quienes estorban los expertos, las instituciones y la mismísima ley. A todo esto, se podría agregar lo que los siquiatras llaman proyección, particularmente de los casos latinoamericanos. El presidente ha buscado explicaciones, excusas o justificaciones y ha ofrecido protección a sus colegas y compañeros de causa en problemas no solo políticos sino también legales. ¿Será que, acaso, López Obrador teme ser acusado de fraude electoral, corrupción o rompimiento del orden constitucional?

Celebro que México tome partido en asuntos internacionales y deje de esconderse detrás de la no intervención. Lamento, sin embargo, que sea a contentillo y que, cuando López Obrador lo hace, sea con frecuencia del lado equivocado de la historia o, incluso, contribuya al agravamiento de una crisis como en Perú . Lamento también que no haya estrategia, ni razones de Estado, ni proyecto nacional. Únicamente filias y fobias personales, ancladas en la nostalgia de un México que ya no es y de un mundo que ya fue. Me preocupan, por tanto, las decisiones de un presidente sin contrapesos, con capacidad de imponer sus obsesiones a toda una nación, sin importar las consecuencias. Y es que, cada vez que afirma que Trump fue respetuoso con México, ataca a las autoridades judiciales de Argentina, contrata médicos cubanos, desconoce la constitución de Perú o un fraude electoral en Bolivia, se abstiene de “opinar” de lo que sucede en Nicaragua o Venezuela, ignora ejecuciones sumarias en Irán o equipara la defensa ucraniana con la agresión rusa, López Obrador toma el lado del autoritarismo y muestra desdén por la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho en México y el mundo.

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Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos.
@amb_lomonaco

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