Convencido como estoy de que no tomar partido en temas internacionales es caer en la irrelevancia en la escena mundial y que quien es amigo de todos en realidad no es amigo de nadie, no puedo criticar que México se posicione sobre temas de importancia. Lástima que, en muchos casos, sea del lado equivocado, en ocasiones incluso en apoyo de tiranos y rufianes. Así, si la “neutralidad” con respecto a la invasión de Ucrania es más bien una acumulación de gestos pro-rusos y anti-americanos más irritantes que consecuentes, la amenaza del presidente López Obrador de no participar en la Cubre de las Américas a menos de que EU invite a los regímenes autoritarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela es una provocación y una abdicación de los valores y principios que, se supone, compartimos con las democracias de Occidente. Más aún, la conformación de un bloque que podría sabotear la reunión, atizado por México, es una franca afrenta a Biden.

El argumento de que la participación de todos los países en Los Ángeles retomaría la política de apertura y “la invitación que Obama hiciera a Cuba para participar en la Cumbre de Panamá en 2015” no se sostiene. La invitación a la isla no la hizo EU sino Panamá, el anfitrión. Si bien contó con la aquiescencia de EU, ello fue porque contribuía al proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y ese país que, aunque promisorio entonces, quedó interrumpido tanto por la llegada de Trump al poder como porque la situación de la democracia y los derechos humanos en la isla no solo no mejoró, sino que se deterioró considerablemente. Además, Nicaragua y Venezuela han abandonado unilateralmente la OEA y Maduro enfrenta órdenes de aprehensión en EU. Se trata pues de una falsa equivalencia: las condiciones en 2022 son muy distintas a las de siete años atrás. La narrativa parece obviar también lo que debería resultar evidente si se repasa un poco la historia diplomática de México: de haber sido el caso, México no hubiera exigido la participación del Chile de Pinochet o la Nicaragua de Somoza en una cumbre regional equivalente. ¿Acaso un sesgo ideológico?.

Claramente, al presidente López Obrador no le interesaba el fondo de la cuestión ya que, de lo contrario, hubiera negociado concesiones por la vía diplomática con EUA y permitido a Biden salvar cara. Como sabemos, soltó la bomba y arrinconó públicamente al presidente estadounidense. ¿Por qué? Podría ser una excusa para evitar una reunión incómoda, un distractor de los problemas internos en nuestro país, un guiño para complacer a las dictaduras latinoamericanas y sus seguidores en México, una forma de curarse en salud para el 24, o todo lo anterior. El desenlace de esta saga dependerá de las eventuales concesiones de Biden y las verdaderas motivaciones de López Obrador. Pero cualquiera que sea, el desencuentro ya ha sido un regalo a los republicanos para las elecciones legislativas y a Trump para 2024.

Cuando México aceptó fungir como tercer país seguro de facto para los solicitantes de asilo en EU nuestro país no recibió nada a cambio como, por ejemplo, Turquía lo hizo de la Unión Europea. Sin embargo, Trump concedió algo mucho más valioso para la 4T: protección contra el escrutinio estadounidense sobre la creciente violencia, el deterioro de los derechos humanos y la erosión de la democracia y el estado de derecho. Este quid pro quo, implícita o explícitamente, ha continuado con la administración Biden porque era útil para ambos gobiernos. Sin embargo, el arreglo podría dejar de ser sostenible más temprano que tarde, dada la acumulación de impertinencias mexicanas y las crecientes presiones de sectores económicos, políticos y de la sociedad civil que consideran necesario levantar la voz ante lo que sucede en México.

Es posible que todas las impertinencias sean muestras de arrogancia, pero también podrían ser señales de que el presidente López Obrador ha decidido apostar por Trump y los republicanos. Así, surgen inevitablemente varias preguntas. ¿Qué ocurriría si Trump no gana la presidencia en el 24?. La última vez que México se equivocó fue en 1992 cuando Salinas de Gortari puso todos los huevos en la canasta de Bush padre. El triunfo de Clinton elevó considerablemente los costos de la adopción del TLC y complicó las relaciones bilaterales por años. Pero aún si Trump regresara a la Casa Blanca, ¿está en el mejor interés de México -que no de la 4T-, confrontar a una administración como la de Biden -a la que le quedan cerca de tres años-, apoyar dictaduras y apostar por un partido que ha perdido la brújula de la decencia como el republicano, y un rufián como Trump?.

Diplomático de carrera por 30 años, ex-embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos 
@amb_lomonaco 

 

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