A partir de las elecciones en EU de noviembre pasado se han precipitado movimientos que podrían cambiar el rumbo de la guerra entre Ucrania y Rusia. Por un lado, Biden autorizó al ejército ucraniano el uso de misiles estadounidenses de largo alcance contra Rusia. En respuesta, Putin blandió la amenaza nuclear por enésima vez, lo que fue aprovechado por los propagandistas de Moscú en el círculo íntimo de Trump, como Tucker Carlson, para presionar a Occidente a aceptar los términos rusos. A continuación, Zelensky hizo por primera vez un planteamiento potencialmente viable para la paz.

A riesgo de sobresimplificar un conflicto muy complejo, en Ucrania antes eran dos, hoy son tres protagonistas: Putin, Zelensky al lado de la mayor parte de Europa y, ahora, Trump. Durante meses, las partes en conflicto se han mantenido atrincheradas en sus posiciones de negociación: Ucrania ha demandado devolución de territorios ocupados y alineación con Occidente, mientras que Moscú ha exigido conservar sus “conquistas” y una “neutralidad” de Kiev inevitablemente pro-rusa; maximalismo irreductible sin ánimo de acuerdo de parte de ambos bandos. Sin embargo, lo que cada uno quiere o está dispuesto a aceptar tras casi tres años de conflicto por fin podría converger, en la medida en que todos logren salvar cara. Se abren dos vías. Por un lado, una ruta ya explorada por algunos hasta ahora con poco éxito: recuperación ucraniana de territorio a cambio del compromiso de permanecer al margen de las instituciones occidentales que tanto detesta —y teme— Putin. Por el otro, cesión de territorio a Rusia a cambio del ingreso o asociación de Ucrania con la Unión Europea y/o la OTAN.

La hoja de ruta de esta última opción fue delineada explícitamente por Zelensky hace unos días. El presidente ucraniano sorprendió a muchos declarando que estaría dispuesto a aceptar que el territorio bajo su control quede bajo el “paraguas” de protección de la OTAN para después recuperar el resto, que conservarían los rusos inicialmente, por la “vía diplomática”. Claramente, los ucranianos están agotados. Pero, ¿por qué Putin habría de aceptar un arreglo como ese? El ejército ruso está tan disminuido que ha recurrido a tropas y armamento norcoreano. No está claro cuánto más podrá aguantar. Tanto a Ucrania y Occidente como a Rusia les urge una salida que les permita salvar cara: declarar victoria o, por lo menos, no reconocer derrota. Ambas vías o sus variantes lo permitirían.

¿Y Trump? Un cese al fuego en Ucrania podría ser uno de los pocos entregables realistas de corto plazo para la nueva administración en EU. Aunque muchos en su entorno simpatizan con Putin, en el fondo a Trump le da lo mismo el contenido de un eventual arreglo. Un posible acuerdo es un fin en sí mismo para el futuro presidente estadounidense, uno que le permitiría colgarse la medalla y presumir que él y solo él logró la paz. Inesperadamente, el temor y la esperanza que el triunfo de Trump ha generado entre propios y extraños alrededor del mundo ha producido una sacudida que, en este caso, podría ser constructiva. Me cuesta trabajo escribirlo y todavía más aceptarlo, pero el regreso de Trump a la Casa Blanca podría ser el catalizador del final de la guerra en Ucrania. A pesar de él.


Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos @amb_lomonaco

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