Al referirse a los brutales ataques terroristas de Hamás en contra de Israel, el presidente López Obrador declaró la semana pasada "no queremos la guerra, no queremos la confrontación, no queremos la violencia…Estamos a favor de la paz”. Estas palabras son muy similares a su posición sobre la invasión rusa a Ucrania, pero también a las respuestas que con frecuencia daban las concursantes de Miss Universo durante la entrevista que servía como parte de la eliminatoria. Respuestas seguras, aparentemente libres de controversia, políticamente correctas, para quedar bien con todos. Pero también superficiales y sin contenido alguno. Quizás apropiadas para un programa de entretenimiento, frívolo y ligero por diseño, pero no para un jefe de Estado, a menos que se considere a la ‘Mañanera’ un espacio de esa naturaleza.

En esa misma ‘Mañanera’, otra vez de antología, López Obrador desautorizó el pronunciamiento que apenas el día anterior había emitido la Cancillería sobre la crisis. Como acostumbra cuando se queda sin argumentos, el presidente nos recetó de nuevo algunos de los principios de política exterior para justificar la “neutralidad” de México, que exculpa a Hamás por los terribles y crueles ataques contra la población civil israelí y docenas de extranjeros, incluyendo dos mexicanos secuestrados. Citó el derecho a la autodeterminación de los pueblos, ignorando que Hamás no tiene por objetivo el reconocimiento de Palestina sino la destrucción del Estado de Israel y la eliminación de los judíos. Se refirió a la solución pacífica de controversias como si se tratara de un conflicto entre dos naciones, estableciendo una falsa equivalencia entre una organización terrorista y un país independiente y con reconocimiento internacional. Y por supuesto recordó, como si fuera un problema doméstico -que no lo es-, el principio que más ha manoseado -si eso es posible- y al cual recurre para evitar tomar partido cuando le resulta útil: la no intervención. Como siempre, convenientemente omitió la protección y promoción de los derechos humanos, principio, ese sí, relevante en esta coyuntura. El contraste con el posicionamiento de Xóchitl Gálvez no podía ser mayor.

En lugar de muletillas o de principios que no aplican a un ataque terrorista, López Obrador y su gobierno debieron haber condenado enérgicamente, con nombre y apellido, a Hamás y expresado solidaridad con el pueblo israelí y todas las víctimas. La barbarie cometida por Hamás a partir del 7 de octubre ameritaba un rechazo contundente que no fuera matizado con un “pero” o un atenuante, como tampoco se justificaba un “pero” en el caso de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Por el contrario, además de mostrar ignorancia, nostalgia setentera y un sesgo ideológico, López Obrador distanció de nuevo a México de Occidente, sus socios, vecinos y aliados y, si bien no lo ha colocado (todavía) al lado de Irán, Siria o Rusia, sí alineó a nuestro país con los vergonzosos pronunciamientos de Gustavo Petro, Evo Morales, Mélenchelon o el antisemita Jeremy Corbyn. Ellos y algunos morenistas como Fernández Noroña, vocero de la candidata oficial, parecen no darse cuenta que es un error estratégico para la causa palestina asociarla con los ataques de Hamás.

Dicho lo anterior, la crisis ha entrado en otra etapa tras la respuesta israelí. Por un lado, Israel tiene “el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado”, de conformidad con el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas. Por el otro, el Derecho Internacional Humanitario (DIH) establece que la respuesta del agredido debe ser proporcional y concentrada en blancos militares. A juzgar por las declaraciones del propio gobierno israelí y reportes de medios y ONGs, todo parece indicar que, lamentablemente, la reacción de Israel será desproporcionada y ya es indiscriminada, con múltiples víctimas civiles de palestinos inocentes, desplazamientos forzados, ataques a instalaciones y personal de Naciones Unidas y numerosas violaciones al DIH. De confirmarse, la comunidad internacional también tendría que denunciar y condenar los actos de Israel, independientemente del enérgico repudio a las atrocidades de Hamás porque, contrario a lo que muchos piensan en México y en el mundo, no son excluyentes.

Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos

@amb_lomonaco

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