Independientemente de las razones, la participación de la presidenta Claudia Sheinbaum en la Cumbre del G20 en Río de Janeiro dio fin a un lamentable periodo de seis años de ausencias internacionales de México a nivel jefe de Estado. Después de tanto tiempo, cabe preguntar ¿cómo son y para qué sirven las cumbres? Normalmente se desarrollan en tres pistas. Por un lado, un plenario de jefes de Estado, el segmento más visible en el que todos hacen una breve presentación que, políticos al fin, suele ser sobretodo un mensaje para las audiencias domésticas en sus respectivos países. Se trata de ver y ser vistos, conocer y darse a conocer entre sus contrapartes, más que debatir con los demás.
Por el otro, sus equipos preparan, incluso desde antes de la reunión, los resultados de la cumbre que tomarán forma de una o varias declaraciones conjuntas con las que se suelen adoptar algunos compromisos comunes. Se trata de la parte más concreta y sustantiva, en ocasiones con aportaciones importantes. Los documentos se negocian bajo el liderazgo del anfitrión. Idealmente serán unos pocos temas, tanto de coyuntura como de prospectiva, y se buscará tratarlos con cierta profundidad para que tengan mayor impacto y relevancia. Generalmente, las negociaciones obligan a incluir temas adicionales para satisfacer a los participantes y los textos de cuestiones de coyuntura se diluyen para acomodar a todos. Entre otros temas, a instancias de Brasil, en Río de Janeiro los líderes, con excepción de Milei, se comprometieron a gravar de manera efectiva a los multimillonarios, aunque con pocos detalles. En temas coyunturales se refirieron a Ucrania y la situación en Medio Oriente. En el primer caso, como concesión a China e India, no se menciona a Rusia, cuyo presidente estuvo ausente ante la orden de aprehensión de la Corte Penal Internacional. Con respecto al segundo conflicto, se registró “profunda preocupación por la situación humanitaria catastrófica” sin mencionar a Israel, como concesión a EU.
Por último, está la pista más concreta y eficiente: las agendas paralelas. Una oportunidad extraordinaria para que los jefes de Estado puedan sostener reuniones privadas con numerosas contrapartes en tan solo 24 o 48 horas en un mismo entorno, para avanzar relaciones bilaterales, resolver problemas, prevenir crisis o acordar acciones conjuntas. La presidenta Sheinbaum, por ejemplo, se reunió en Rio de Janeiro en unas cuantas horas con una docena de líderes, incluyendo a Biden, Trudeau, Macron y Xi Jinping.
Los constantes tropezones diplomáticos de López Obrador se explican en parte con sus ausencias de las grandes citas internacionales. En contraste, la participación de la presidenta Sheinbaum en la Cumbre del G20 cumplió con los objetivos en las tres pistas. Se dio a conocer y conoció a una parte relevante de la comunidad internacional. Su presencia en la reunión fortaleció la capacidad de influencia de la delegación mexicana en la declaración conjunta. Sostuvo una serie de reuniones invaluables con presidentes de países muy relevantes para México en momentos cruciales. Pese a las contradicciones de Sembrando Vida y que, al final, saliera sobrando, la experiencia debería servir para revalidar la importancia de las relaciones internacionales y la diplomacia presidencial.
Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos.
@amb_lomonaco