Como sabemos, contrario a lo que vaticinaban las encuestas y la mayoría de los expertos, no se produjo una ola ni mucho menos un tsunami rojo en las elecciones intermedias en EU. Los demócratas conservan el Senado y pierden por unos cuantos escaños la Cámara de Representantes a manos de los republicanos, quienes logran una mayoría muy vulnerable. Trump ejerció una influencia importante en el proceso de elección de candidatos republicanos, endosando a los más vitriólicos negacionistas del triunfo de Biden en 2020. Si bien algunos pocos triunfaron, todos los aspirantes a cargos relevantes perdieron, propiciando la mejor elección intermedia de un presidente en funciones en dos décadas.
Si bien Biden no deja de sorprender, más que una victoria demócrata fue una derrota del ala cavernícola republicana, que por ahora es la predominante. Hay muchas explicaciones. Por un lado, los actores: jóvenes, mujeres y una muy alta participación fueron claves para el resultado. En contraste, los hispanos, cada día más divididos, fueron marginales. Por el otro, los temas: la defensa de las instituciones, la democracia y el derecho al aborto pesaron tanto como la economía y la inflación.
En la medida en que Trump y su rechazo a aceptar la derrota de 2020 modelaron la campaña republicana, el expresidente es considerado responsable de los malos resultados. En efecto, Trump es el gran perdedor de esta elección, pero muchos consideran que el Trumpismo sigue vivo y coleando. Trump es un gran vendedor y él mismo es el mejor producto de su propaganda, máxima expresión del narcisismo. El Trumpismo es, por tanto, un fenómeno más publicitario que político. Su éxito en 2016 fue puntual y fue más resultado de una coyuntura muy particular que de méritos propios. El trabajo de años del Tea Party, la crisis del 2008, el rechazo a la globalización, la polarización, el desplazamiento de algunos sectores de la sociedad, la nostalgia, un sistema electoral cada día más disfuncional y la actitud de brazos caídos del Partido Demócrata ante la inevitabilidad del triunfo de Hillary Clinton contribuyeron a su inesperado e improbable triunfo en esa elección.
Así, el Trumpismo no prevalecerá, como muchos afirman, porque el Trumpismo sin Trump no existe. Lo que hay es un movimiento ultraconservador, racista y xenófobo que antecede a Trump y que continuará después de él. Grupos evangélicos, antimigrantes, antiaborto, aislacionistas, nostálgicos, supremacistas, nativistas e, incluso, de intereses económicos concretos, convivieron entre sí y toleraron a Trump a cambio de avanzar su agenda particular. Son grupos que usaron a Trump y que ahora parecen dispuestos a desecharlo, como muestra la acción coordinada de grandes donantes y de Fox, Wall Street Journal y New York Post, medios otrora promotores del expresidente. Para cerrar la pinza, el Departamento de Justicia nombró a un fiscal especial para investigar los crímenes del expresidente ante el intento de escabullirse detrás de una nueva candidatura. The walls are closing in: DeSantis, gobernador de Florida, es el nuevo favorito.
La 4T tendrá que lidiar simultáneamente con las presiones de las agendas del Ejecutivo demócrata y de una Cámara de Representantes controlada por los republicanos. Vendrán años todavía más difíciles en la relación bilateral. Pero el colapso de Trump es una buena noticia para México (no para López Obrador) y deja lecciones muy útiles para la oposición. Para comenzar, es necesario distinguir entre el culto a la personalidad de un caudillo y un movimiento político. El primero puede durar décadas (preferentemente como víctima o, mejor aún, mártir), mientras que el segundo es coyuntural (aunque la marca continúe). El culto a López Obrador sin duda continuará, pero el Obradorismo, como el Trumpismo, tiene fecha de caducidad y su desenlace se acelera con la salida del cargo. Asimismo, la elección de 2024 en México tiene que ser binaria, ellos o nosotros, lo que significa dos candidatos como en EU. A ello se suma la importancia de la movilización de los votantes y, en particular, el papel de los jóvenes y las mujeres. Y, por último, los temas. Además de los específicos de México como inseguridad, desigualdad, pobreza, crecimiento y estado de derecho, los comunes con EU: defensa de las instituciones y la democracia, rechazo al nativismo, al caos, la incompetencia en la gestión de gobierno y, sobretodo, al caudillo.
@amb_lomonaco