La semana pasada inicié una serie sobre la agenda de política exterior de México para la próxima administración con un diagnóstico sobre el estado de las relaciones de nuestro país con el mundo (). De su lectura no es difícil concluir que no es posible un “segundo piso” ni “continuidad con cambio”. Es necesario corregir y corregir pronto. Esta columna presenta un primer bloque de propuestas para revertir el daño causado:

  • Reinsertar a México en el mundo y llevarlo a ocupar el lugar que le corresponde en la escena global. La próxima presidenta debe encabezar personalmente esos esfuerzos, construyendo vínculos cercanos con otros líderes mundiales mediante la participación en cumbres y foros internacionales, visitas a otros países y como anfitriona de jefes de estado y de gobierno del mundo entero. La función presidencial en materia internacional no es delegable.
  • Para ser influyente en la escena internacional es necesario tomar partido, defender causas y valores. México debe dejar de esconderse detrás de la no intervención o de una falsa neutralidad. Nuestro país tiene que tomar posiciones firmes sobre asuntos de relevancia internacional, como debió haber sido el caso de la invasión rusa a Ucrania, la inhabilitación de la candidata de oposición en Venezuela, las amenazas territoriales a Guyana, el asesinato de Navalny.
  • Reconstruir la deteriorada imagen de la presidencia mexicana en el mundo, con un gobierno serio, con capacidad técnica y una presidenta íntegra, confiable, sensible a la diplomacia, enterada de la actualidad y la geopolítica, respetuosa de las conversaciones y comunicaciones privadas, que recupere el valor de las negociaciones discretas.
  • México tiene que cumplir con sus obligaciones internacionales, tanto multilaterales como bilaterales, incluyendo el TMEC y otros acuerdos o tratados comerciales, de inversión, laborales, ambientales, protección a los derechos humanos y cambio climático. Si no los respetamos, de nada sirve vincularnos a instrumentos obligatorios.
  • Denunciar a dictadores y violadores de derechos humanos. Se tiene que dejar atrás la complicidad con los regímenes en Cuba, Nicaragua y Venezuela. En contrapartida, México debe abrirse de nuevo al escrutinio internacional, rendir cuentas internacionales en materia de derechos humanos, democracia y estado de derecho, aceptar críticas e implementar recomendaciones, así como dar la bienvenida a programas de cooperación, incluyendo en justicia transicional.

En el ámbito bilateral,

  • Reconstruir la relación con EU. Para ello, es indispensable sustituir la estrategia de chantaje migratorio por una de colaboración y cooperación en todos los ámbitos de la agenda bilateral, en particular en caso de que Biden sea reelecto. Un triunfo de Trump exigirá otro tipo de respuestas y un equipo muy sofisticado de estrategas, negociadores y aliados en EU. En cualquier caso, México tiene que recuperar los espacios de interlocución en el Congreso y con la sociedad estadounidense, así como su capacidad de influencia mediante los instrumentos que permite la legislación estadounidense, incluyendo relaciones públicas, comunicación y cabildeo.
  • Nuestro país no puede seguir siendo el muro de Trump, ni abusando o siendo responsable de la muerte de migrantes. México ha fungido, en los hechos, como tercer país seguro para migrantes y solicitantes de asilo en EU. De continuar así, nuestro país deberá formalizar tal estatus para recibir las contraprestaciones correspondientes, incluyendo recursos para atender, procesar y proteger a los migrantes.
  • La imposición de requisitos migratorios adicionales para los viajeros a mexicanos a Canadá ilustra la desconfianza y la necesidad de reconstruir una relación estratégica con ese país en todos los ámbitos.
  • Reparar las relaciones bilaterales con numerosos países de Europa y América Latina dañadas por obsesiones, reclamos, chantajes o sesgos ideológicos, incluyendo a España -segundo inversionista en México-, Austria, Vaticano, Perú y Argentina.
  • Dar apoyo político a Guatemala, cuyo gobierno está bajo asedio por grupos de poder antidemocráticos y corruptos, que se niegan a rendir cuentas. Además, es necesario revisar la pertinencia de transplantar sin más los programas sociales a Centroamérica, ya sea para sustituirlos o reforzarlos con proyectos de cooperación robustos y bien planeados.

Por razones de espacio esta serie continuará en la próxima y última entrega con propuestas adicionales, incluyendo en organismos internacionales y el indispensable apalancamiento interno.

Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos

@amb_lomonaco

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