Ni los abusivos insultos o las mentiras desde las mañaneras, ni los infantiles intentos de manipulación desde la tribuna, ni las cínicas provocaciones de los fanáticos. Nada funcionó. La movilización ciudadana #MiVotoNoSeToca del domingo contra el llamado “Plan B” superó de nuevo las expectativas. La sociedad, con renovada energía, recuperó el Zócalo y atiborró las plazas del país para defender un sistema electoral asediado desde el poder. La coyuntura es propicia para muchas cosas, incluyendo una reflexión sobre el estado de nuestra democracia. Para ello recurro, como referente, a un informe objetivo y universal, de larga data, sólido y reconocido, aunque el presidente López Obrador lo considere epítome del conservadurismo neoliberal justo por ser producto de expertos y, peor aún, expertos extranjeros.

El Índice de la Democracia es elaborado todos los años por la Unidad de Inteligencia de The Economist desde 2006. Evalúa 167 países del mundo a los que clasifica en cuatro tipos de regímenes: democracias plenas, democracias defectuosas, híbridos y autoritarios. Para clasificar a cada país, asigna una puntuación cuidadosamente calibrada a cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles. En otras palabras, el Índice de la Democracia mide mucho más que la celebración de elecciones libres y justas. Más aún, en la medida de que se trata de una serie que acumula ya 16 años y que tiene alcance global, permite comparar a México consigo mismo, con sus vecinos en América Latina y con el resto del mundo. La edición de 2022 acaba de ser publicada y no trae buenas noticias para nuestro país: nuestra democracia está en malas condiciones y puede empeorar, como todos sabemos bien.

Contrario a la narrativa del fraude electoral de 2006, México fue ubicado ese año en el Índice como democracia defectuosa, pero democracia al fin, con un puntaje que fue mejorando año con año. Nuestro país conservó esa clasificación a lo largo de los gobiernos de Calderón y Peña Nieto. No así con López Obrador. En 2018 comenzó una caída que provocó que México perdiera el grado de democracia para ser reclasificado en 2021 como régimen híbrido, al recibir menos de 6 puntos de 10. Después vino el desplome: en 2022 fue tal (-0.32) que el reporte incluyó a nuestro país entre los diez países con peor desempeño. Así, después de descender tres posiciones más en 2022, México se ubica en el lugar 89 de 167 en el mundo, por debajo de países como Hungría, Sri Lanka, Moldova, Senegal y República Dominicana, y en la misma liga de naciones como Marruecos, Sierra Leona, Honduras, El Salvador y Bolivia. Por increíble que parezca, México aparece ya en el lugar 16 de 24 de América Latina, en el tercio inferior de la tabla, cada día más lejos de Uruguay, Chile y Costa Rica, democracias plenas, y cada día más cerca de Cuba, Nicaragua y Venezuela, considerados regímenes autoritarios.

Además de varias tablas, el Índice de la Democracia dedica líneas muy críticas a nuestro país en su último reporte. Recuerda el asesinato de “al menos 13 periodistas” en 2022, así como actos de espionaje contra activistas y medios de comunicación. Afirma sin ambages que nuestro país "está sufriendo un proceso de retroceso democrático bajo la presidencia de López Obrador”, quien “ha usado su posición para atacar a sus oponentes, incluyendo a las autoridades electorales”. Subraya, como lo hiciera la misión de observación electoral de la OEA , que las reformas electorales motivo de la protesta del domingo pasado “ponen en riesgo la integridad de las elecciones”. Concluye explicando que la continuada caída en la puntuación de México es resultado de “los ataques de López Obrador a los contrapesos y equilibrios democráticos, así como el creciente papel de las fuerzas armadas en la economía y la seguridad”. The Economist se suma así a una larga lista de instancias internacionales que comparten preocupación por el deterioro democrático que sufre nuestro país y que responsabilizan directamente al presidente por ello.

Apenas comienza el año y todo parece indicar que, lejos de allanarse, la 4T está dispuesta a continuar escalando el conflicto durante los próximos 20 meses. Y habrá más batallas porque la sociedad ya despertó y se ha sacudido el miedo al poder. Como se demostró el 13 de noviembre y de nuevo el domingo, los mexicanos queremos proteger nuestra democracia. Claramente, el INE no está solo. Tampoco la Suprema Corte de Justicia ni el Tribunal Electoral. Ha llegado su turno.

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Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos 
@amb_lomonaco