El pasado 10 de mayo, se celebró una audiencia de rutina en el Senado de los Estados Unidos con la jefa de la Administración para el Control de Drogas (DEA), Anne Milgram. El senador republicano por Nueva Orleans, John Kennedy, comentó de manera estridente, irrespetuosa, arrogante y desinformada con relación al tema de México en su lucha contra el fentanilo, lo siguiente:

“México, por decirlo de forma figurada, estaría comiendo comida de gato enlatada y viviendo en una tienda detrás de un patio”.

El senador señalaba que los Estados Unidos debería de presionar a México para permitir el ingreso de sus fuerzas armadas para combatir a los cárteles que distribuyen el estupefaciente hacia los EUA. Solicitó que se haga vía telefónica “una oferta que no se puede rechazar”, partiendo del supuesto de que el pueblo de Estados Unidos es el país que ha detonado el crecimiento y progreso de México.

Claramente lo que denotan sus comentarios, hablando figurativamente, es un prejuicio inaceptable contra un país, contra una cultura milenaria, contra los hechos y las realidades de lo que realmente sucede en este tema, pero sobre todo, ignora o pasa desapercibido la relevancia de nuestra relación estratégica, que hace de nuestra región uno de los bloques regionales comerciales más importantes del mundo. Esto sin contar que su enorme ignorancia y xenofobia le impiden entender el concepto de soberanía nacional con la que cuenta México para resolver sus problemas y retos internos con sus propios recursos y capacidades. Ignorancia o dolo para entender que el problema del consumo de estupefacientes tiene muchas caras y complejidades que atender, tanto del lado de la oferta, como de la demanda.

Hay que agregar que se está utilizando el prejuicio o estereotipo para discriminar y provocar. Discriminar para generar odio o al menos para tergiversar la realidad de las cosas en contra de un país vecino, aliado y su principal socio comercial.

Coincidentemente es un discurso que se expresa justo cuando van a empezar las campañas electorales para renovar el Congreso y la presidencia de los EUA.

La relación de Estados Unidos y México es muy cercana y estratégica para ambas naciones, por ello, las decisiones y acciones internas de un país afectan al otro. El año pasado festejamos los 200 años de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, oportunidad que nos invita a pensar en la necesidad de mejorar y fortalecer el entendimiento, cooperación y colaboración en un bloque regional común frente a los retos del futuro.

En la actualidad, México es la economía número 15; forma parte de la región más productiva del mundo, que representa más de la cuarta parte del PIB mundial. En 2022, el comercio total entre México y Estados Unidos superó los 779 mil millones de dólares, un aumento del 18% en comparación con 2021. Con las nuevas realidades geopolíticas, nuestra relación comercial y regional cada vez será más grande e importante.

Hay números y hechos que claramente desestiman los prejuicios del senador Kennedy, por ejemplo: (1) México compra el 16% de todas las exportaciones de Estados Unidos; y (2) el comercio con México sostiene cinco millones de empleos en la Unión Americana, algunos por cierto en Nueva Orleans.

La lucha contra toda sustancia y acción que ponga en riesgo la salud y bienestar de nuestras comunidades debe de seguir siendo compartida bajo los principios de la cooperación y el respeto irrestricto a nuestras soberanías. El discurso de odio prejuicioso no aporta en mucho para erradicar un problema común que debe ser resuelto con el mejor ánimo de colaboración entre dos socios y aliados que buscan mejores momentos para sus respectivas comunidades.

Explícita o implícitamente, el prejuicio figurativo del senador John Kennedy es sinónimo de racismo. Quien lo promueve es esencialmente un racista que busca segregar y diferenciar por medio de la intolerancia y la ignorancia a dos pueblos y comunidades que hoy en día están más unidos que nunca. O peor aún sería promover la segregación y discriminación con fines electorales.

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