Por voluntad de una amplia mayoría en el plebiscito del 2019, los neoyorquinos decidieron con un contundente 73.5%, cambiar las reglas de votación para elegir a sus autoridades locales a partir de la elección del 2021, mediante la figura del voto por orden de preferencia, también conocido como voto alternativo.
Con independencia de una mayor equidad, ecuanimidad e inclusión que pueda ofrecer esta forma de elegir a nuevas autoridades, es relevante anotar dos aspectos adicionales: En primer lugar, habla bien de una sociedad que decide reformar un sistema electoral que ha venido funcionando de manera similar, desde hace 235 años aproximadamente. La pregunta es, si ha funcionado bien, por qué cambiarlo. Y la respuesta es porque decidieron mejorar su representación política e integración social, mediante una nueva fórmula que propicia más inclusión en favor de los grupos de electores menos representados. Para la ciudad más multiétnica, multicultural, diversa y plural de todas las naciones, es un arreglo a la medida.
En segundo lugar, tal como lo había descrito Tocqueville, hay un gran pragmatismo para resolver sus retos de integración y armonización social. Esto les ha permitido mantener estable una de las democracias más longevas del mundo. Veamos por qué.
Interesante que han adoptado el voto por orden preferente, únicamente para elegir a los candidatos que competirán en las elecciones constitucionales locales del próximo noviembre. Entonces, la nueva figura aplica únicamente para las elecciones internas de los partidos, mejor conocidas como elecciones primarias ¿Cuál es la razón? En lo obvio, es un sistema bipartidista que no requiere de votaciones preferentes, ni de segundas vueltas electorales, dado que quien gane la elección constitucional, ganará con el 50%+1.
La competencia más amplia en candidatos y propuestas se encuentra en el interior de los partidos, y de manera concreta en el partido predominante, en donde se registraron 5 candidatos por la alcaldía. Aquí es en donde aparecen las necesidades de lograr elegir a un candidato con amplio consenso, o con la menor resistencia de sus futuros electores. De esta manera se vota en una boleta por 5 opciones que se asientan por orden de preferencia del 1 al 5. Si hay algún candidato que logra obtener más del 50% de la votación, no hay necesidad de recurrir a los votos preferentes.
De no ser el caso, se recurre a un segundo conteo, descartando al candidato con menos votos, pero distribuyendo los votos de sus electores en segunda preferencia para los 4 candidatos restantes, en caso de que nadie logre pasar el umbral del 50%+1, se recurre al siguiente conteo, eliminando al que menos votos tuviere, y así sucesivamente hasta que queden 2 contendientes, en donde obligadamente habrá un vencedor con más del 50%+1.
Mediante este proceso, los partidos pierden control para imponer candidatos no deseables, la política siempre será política, pero los contendientes moderan sus discursos y posiciones, porque buscan generar el más amplio consenso posible, en consecuencia, no se polariza la elección entre blanco y negro, y los más importante, las minorías son electas sin estridencias ni discursos de odio. Derivado de este ejercicio, más mujeres y representantes de minorías étnicas, están teniendo voz, voto y representación política, lo que se traduce en leyes, programas, presupuestos y políticas públicas en favor de los grupos que han estado históricamente marginados.
Como decía Churchill, la democracia tal vez no sea la mejor forma de gobierno, pero sin duda es la menos mala de todas las demás.
@Jorge_IslasLo