El día de mañana se celebra en México el Día de la Abogacía, buena oportunidad para explicar que una licenciatura en derecho es insuficiente para reconocer a “abogad@s”, en el sentido original del término, dado que se identifica este noble oficio únicamente a quien ejerce en la práctica profesional la defensa de los derechos e intereses de una persona, mediante juicio, o bien por medio de la consultoría.
La abogacía se puede desempeñar en la esfera pública o privada, en el primer caso se defiende al interés colectivo, y su recompensa es hacer que prevalezca la aplicación de la ley en favor de la sociedad. No obstante, sobre este tema, Víctor Hugo nos ha invitado a reflexionar sobre la dicotomía entre legalidad, ética y justicia, que no necesariamente son coincidentes en algunas ocasiones, como fue la tortuosa relación que imaginó entre Javert y Jean Valjean.
En el segundo caso, la recompensa es principalmente económica y dependiendo la causa defendida, se puede agregar con el tiempo el prestigio de un profesional que hace un trabajo honesto y técnicamente consistente, que resuelve asuntos legales complejos en favor del interés privado de quien lo contrata. También es cierto que hay “abogad@s” privados pro-bono, que actúan para defender los derechos de una persona o grupo, sin cobrar honorario alguno, pero en lo general siguen defendiendo causas que benefician un interés particular.
El Día del Abogado se instituyó en México mediante decreto presidencial del 12 de Julio de 1960. Fue precisamente en esta fecha pero en 1553 cuando se impartió la primera cátedra para la enseñanza del Derecho Canónico y Romano, y con ello las primeras generaciones de juristas egresados de la Real y Pontificia Universidad de México, hoy convertida en la UNAM.
En la búsqueda de la justicia, o bien en la aplicación de la ley, no tengo duda que los profesionales del Derecho hemos contribuido a mejorar la conformación e integración de sociedades complejas, diversas y extensas, mediante un contrato social que tiene por objeto, garantizar la seguridad más amplia para proteger nuestras vidas, familias, libertades y posesiones. Sin el prejuicio y estigma del “abogad@” abusivo y corrupto, hemos contribuido en el ejercicio de la profesión pública o privada, a mantener comunidades ordenadas, pacíficas, armónicas y civilizadas.
Por supuesto el tema para consolidar un Estado de Derecho fuerte es el gran reto por delante, del cual no es responsabilidad única de los “abogad@s”, también de educadores y padres de familia. Otro reto, menos complejo, es que en el futuro inmediato dejemos de decir Día del Abogado de manera privativa en favor del género masculino. Nuevas generaciones de abogadas nos acompañan en la misma causa. Mis hijas, futuras abogadas, me recuerdan la importancia de la inclusión en una sociedad de derechos. ¿Día de la Abogacía?
Como abogado, hoy tengo la sensible y honrosa responsabilidad de defender los derechos e intereses de las y los mexicanos que residen en Nueva York, de una comunidad que trabaja ejemplar y dignamente, para lograr emancipar sus esfuerzos en mejores opciones de bienestar personal y familiar. En este contexto, cuando he visto cómo se resuelve un asunto por medio de la ley, me quedo con la satisfacción y convicción que es a través del derecho y la educación como habremos de lograr transformar para bien, nuestra realidad presente.
@Jorge_IslasLo