Desde 1975, la ONU estableció al 8 de Marzo como el Día Internacional de la Mujer, fecha propicia para leer informes y escuchar discursos, reflexiones y peticiones, para buscar mejorar en todos los ámbitos, las condiciones de tremenda desigualdad en la que viven las mujeres en todo el mundo en el siglo XXI.
Según datos recientes de la propia ONU, en los círculos del poder económico, político e ideológico o del conocimiento, las mujeres siguen teniendo poca o mínima presencia e influencia en las mesas de decisión, lo cual repercute en la conformación de agendas para empoderarlas e incluirlas en condiciones de mayor igualdad.
En promedio mundial, dentro del mundo corporativo, de los negocios, las mujeres en cargos directivos, alcanzan el 4.4%. En la política, tienen cifras similares. De 193 países, solo gobiernan en 23 de ellos. En la representación parlamentaria, tienen un poco más, 25%. En la academia y el mundo de la investigación, los números son aún más bajos. Según proyecciones de la ONU, a este paso, para el año 2150 se podría alcanzar una paridad de género más equilibrada. Para recortar los tiempos, se requiere generar más y mejores condiciones de educación y participación en los distintos ámbitos de la vida laboral y profesional, pública y privada.
¿Por dónde empezar? Seguramente hay muchas respuestas, tantas que por ello no hay avances sustantivos. Pero la historia nos demuestra que, por medio de la educación formal, habrá a futuro nuevas generaciones de mujeres más empoderadas que tendrán mejores elementos para cambiar la realidad de generaciones anteriores. Si las nuevas mesas de decisión se habrán de conformar con mayor presencia de mujeres, que sea el mérito, la capacidad y el talento el que prevalezca y no cuotas decretadas, que a nadie convence y a nadie conviene.
Otro cimiento a considerar en este cambio de paradigma, es el impulso por una nueva cultura de mayor inclusión, respeto por la igualdad de derechos, sin estigmas, estereotipos y contra todo tipo de violencia. Creo que son ideales que pueden ser alcanzados con políticas, programas, leyes, instituciones y presupuestos apropiados, pero más importante aún, con voluntad de que las cosas cambien, tanto en el ámbito público, como privado.
En Nueva York, que por cierto es cuna de los derechos laborales de las mujeres, las cosas no son tan diferentes a los números que hay a nivel mundial. Cifras que pueden ser peores en los siguientes años, por las repercusiones económicas y sociales que ha dejado el Covid-19 en toda la comunidad, incluyendo obviamente a los grupos más vulnerables, como los son los migrantes no documentados.
En este sentido, el desempleo, bajas remuneraciones, la falta de oportunidades, dada la condición irregular con la que residen, y la violación de sus derechos laborales son algunas de las adversidades más recurrentes que se están presentando. Hay que agregar, que durante la pandemia y el confinamiento, la violencia física y emocional en contra de las mujeres se incrementó.
En el Consulado ofrecemos de manera transversal y en todas las áreas que lo conforman, apoyo con información y en su caso, con el acompañamiento de abogados, para atender las necesidades de las paisanas que se encuentren en situaciones de vulnerabilidad que a todos nos lastima y en todos repercute.
@Jorge_IslasLo