El día de ayer en un diario de circulación nacional se publicó una nota que daba a conocer que algunos curas en Guanajuato, entre ellos un arzobispo, pedían a los feligreses no votar por Morena y la 4T en las próximas elecciones. Esto es violatorio a la Constitución de la República que, en su artículo 130 inciso e, indica textualmente: “Los ministros no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna.” Muchos años de lucha y sangre costó a nuestro país lograr emancipar lo político de lo religioso; lo que es de la vida terrenal, de lo que le atañe a la vida eterna, porque cuando dogma y gobierno son uno mismo, ambos se corrompen.
Son incontables los ilustres liberales que se esforzaron por limitar el poder y riqueza del clero a sus necesidades de culto, despojándolos de actividades como la usura, la acumulación de riqueza y bienes, así como de la concentración del poder político. Incluso los sacerdotes llegaron a tener fuero y durante los años que la educación estuvo bajo su mandato, impusieron la repetición de dogmas en lugar de una enseñanza fundamentada en la ciencia. Ellos, que fueron inquisidores y verdugos de los habitantes originarios de lo que hoy es México. Tal como recuerda el escritor Eduardo Galeano en su libro Las venas abiertas de América Latina: «Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: "Cierren los ojos y recen.” Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.»
La cuestión de la participación del clero en política tiene múltiples dimensiones, incluyendo teológicas, éticas, legales y prácticas. En el contexto particular de la Iglesia Católica, hay varias razones para que el clero se abstenga de participar directamente en política:
La separación entre la Iglesia y el Estado es un principio que busca evitar que la autoridad religiosa influya directamente en la gobernabilidad secular, y viceversa. Esto ayuda a preservar la autonomía de ambas esferas y asegura que la fe no sea cooptada por intereses políticos. El clero, al mantenerse al margen de la política partidista, busca fomentar la unidad entre los fieles, más allá de sus diferencias políticas y cuando llega a tomar posturas políticas promueve la división entre los fieles; además esto es una distorsión de sus funciones. Inclusive es violatorio de la propia normatividad de la Iglesia Católica, que prohíbe a los clérigos asumir cargos públicos que conllevan una participación en el ejercicio del poder civil.
Es importante notar que, mientras el clero suele abstenerse de participar en política de manera partidista, muchas religiones y denominaciones cristianas animan a sus líderes y a los fieles a estar informados sobre asuntos sociales y políticos, a votar según su conciencia, y a participar en actividades que promuevan la justicia social y el bienestar de la comunidad, siempre buscando un equilibrio que respete su misión espiritual y su compromiso con el bien común. A Dios lo que es de Dios y al Estado lo que es del Estado.
Por todo lo anterior es que hago un llamado a todos los ministros de culto religiosos de nuestro país a que se abstengan de invitar a sus fieles a que tomen partido o rechacen las propuestas de algún partido político o candidato. La fe y el Estado separados por el bien de nuestro país.