Jorge Gaviño

Chomsky y el periodismo 4.0

Jorge Gaviño
20/06/2024 |03:42
Jorge Gaviño
Autor de OpiniónVer perfil

«La prensa es el dedo indicador de la ruta del progreso» Víctor Hugo.

Vivimos tiempos de cambio. Los avances tecnológicos se desarrollan de manera vertiginosa y lo que hoy es un descubrimiento o una invención que acapara las portadas de los diarios, se vuelve viral y tendencia en las redes, al día siguiente es cosa del pasado. Algunos intelectuales han señalado que habitamos en una vorágine que nos tiene sometidos en un estado psicótico; como nunca antes en la historia se ha multiplicado el número de personas que padecen alguna enfermedad mental. Durante la pandemia, los casos de ansiedad y depresión aumentaron alrededor de un 30% en el mundo, de acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Salud. Hace una semana, el responsable sanitario de los Estados Unidos, el médico cirujano Vivek Murthy señaló que: “las redes sociales deberían exhibir advertencias de daños a la salud, como se hace con los productos de tabaco”. Y bajo este contexto cambiante, incierto, volátil, efímero y atrabancado es que el periodismo ha emprendido una lucha por adaptarse al entorno contemporáneo.

En la actualidad la labor periodística ya no es algo que hagan exclusivamente los comunicadores y profesionales en comunicación. Ahora cualquiera puede ser reportero desde la cámara de su celular y transmitir en vivo algún suceso de interés público. En los tiempos que vivimos, los expertos y analistas de radio y televisión han perdido relevancia frente a los influencers que tienen la capacidad, con videos de menos de un minuto, de llegar a audiencias inimaginables para los medios de comunicación tradicionales. La era de la información ha traído consigo también la era de la información falsa y de la falta de comprensión y entendimiento. Las tendencias que vemos todo el tiempo en las redes sociales y los sucesos virales que consumimos y compartimos sin haber comprendido aquello que estamos divulgando, en muchos casos no siempre son cosas que benefician a la sociedad, que dan una crítica y en muchos casos llegan a ser cosas falsas.

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Hace unos días se hizo viral en la red social X antes Twitter, la muerte del destacado intelectual, lingüista, politólogo y activista Noam Chomsky. Minutos después los medios tradicionales mordieron el anzuelo y comenzaron a publicar en sus portales la noticia del deceso de Noam. Algunas horas después, jefes de Estado, pensadores y demás figuras públicas expresaban sus condolencias; daban el pésame a la viuda e inclusive algunos recordaban anécdotas o momentos que compartieron con Chomsky, pero ¡Oh sorpresa! La esposa del intelectual desmintió la muerte de su marido y comunicó que su estado de salud era grave, pero que seguía con vida.

La falsa muerte de Chomsky bien podría ser un ejemplo o caso de estudio que se podría analizar mediante la teoría de él, llamada: “revolución cognitiva” que plantea que el lenguaje es una capacidad innata del ser humano y que puede estudiarse mediante un método científico. Hacen falta análisis que logren explicar de forma completa el fenómeno de la posverdad, que es una “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” aplicando algunos de los postulados de Chomsky.

El reto del periodismo 4.0 es justamente el que no es realizado por trabajadores de los medios y comunicadores con estudios y que puede hacer cualquier ciudadano. Los medios tradicionales no van a tener nunca la rapidez de las redes sociales ni llegarán a tener el número de seguidores y vistas que un influencer. No obstante, como sociedad debemos de emprender una reflexión profunda sobre qué queremos para el día de mañana: seguir sobre estimulados con contenidos digitales que, en muchos y cada vez más frecuentes casos, por su carácter efímero, superficial, no verificado, incluso manipulado, son basura, o volver a los libros y valorar el trabajo que hay detrás de una nota periodística verificada, escrita de manera neutra, sin sesgos ni tonos estrambóticos (cada vez más difícil de encontrar). ¿Volveremos a los tiempos en los que preferiremos la compresión sobre la emoción efímera de algo viral?

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