Esta semana la guillotina de la máxima categoría cayó sobre una de las cabezas más populares del gran circo: el sonriente australiano de ascendencia italiana, el cual vivió, creció, triunfó y decayó bajo la estructura de Red Bull.

Daniel Ricciardo vivió las mieles del triunfo, incluso haciendo famoso su célebre “shoei”, que era la celebración de sus podios bebiendo la champaña directamente de uno de sus zapatos recién usados, situación que repitió 32 veces, 8 de ellas por victorias.

Ricciardo ascendió dentro de la estructura del equipo de la bebida energética para llegar al grande en 2014 —luego de debutar en HRT en 2011 y pasar dos años en Toro Rosso—, al lado de Sebastian Vettel, donde se esperaba que tomara la estafeta como piloto número uno en 2015, mas el australiano se convirtió de manera histórica en la primera víctima de Max Verstappen.

El australiano no quiso, o no supo, imponerse como piloto número uno de Red Bull ante un Verstappen en ascenso, y en la impaciencia de contar con un equipo que le diera más que herramientas, el protagonismo, se fue a Renault hechizado por el canto de las sirenas de Cyril Abiteboul, entonces director de la escudería francesa. El australiano se dio cuenta pronto de que Renault no tenía nada que ofrecerle y cumplido su contrato de dos años se marchó a McLaren.

Pero Daniel había perdido no sólo la sonrisa, sino la combatividad y sobre todo, quizá lo que le ha dejado fuera de la Fórmula 1, la capacidad de desarrollar un auto de la mano de un ingeniero, como grandes pilotos del calibre de los vigentes Fernando Alonso, Lewis Hamilton, o incluso Nico Hulkenberg o Sergio Pérez. Ricciardo estaba listo para ganar con un auto puesto, pero sufría cuando el coche no ofrecía las prestaciones necesarias y se desesperaba cuando había qué hacer que la herramienta creciera.

Su estancia en McLaren fue deshonrosa, pues otro joven, el inglés Lando Norris, lo humilló de manera sorda y hasta lo echaron antes de la conclusión de su contrato para abrirle paso al también australiano Óscar Piastri, quien ha crecido enormidades. Su regreso fallido a Red Bull fue el epílogo de su descenso.

¿Fue injusta la F1 con Daniel Ricciardo? No, tuvo sus oportunidades, y su tiempo en la máxima categoría —casi catorce años— le alcanzaron para dos terceros lugares en el campeonato de pilotos. Casi siempre será doloroso que un piloto se marche, pero Daniel cumplió su tiempo y por mucho que hubieron campañas para defender su asiento por parte de la prensa inglesa —argumentando el despido de otros—, su permanencia pendía de un hilo que terminó por romperse.

@jorgedialogante

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