La historia de la Ciudad de México (CDMX) no puede entenderse sin la movilización política de su gente. La capital del país ha sido centro de manifestaciones en demanda de mayor apertura democrática durante la segunda mitad del siglo XX. Ante los desastres naturales, su población ha dado ejemplo de participación comunitaria en solidaridad con los damnificados por los terremotos. Es, en suma, el centro neurálgico del cambio político que vivimos hoy en México. Acaso su asignatura pendiente son diversos sectores de la sociedad cuya voz permanece rezagada en el goce pleno de derechos ciudadanos.

Las personas indígenas, adultos mayores, comunidad LGBTTTIQ+, población en situación de calle, con alguna discapacidad o que vive con VIH, personas dedicadas al trabajo doméstico o sexual y migrantes, entre otros, son grupos que enfrentan discriminación, exclusión, abuso, violencia y mayores obstáculos para el ejercicio de sus derechos. Por ello, requieren más atención de la sociedad y sus autoridades.

Una característica fundamental de la cultura democrática es el respeto, la protección y la promoción de los derechos humanos, entre los que destacan los político-electorales que cobran especial relevancia, pues garantizan la participación en la toma de las decisiones políticas. Es justo el voto ese poderoso elemento igualador que todos deberiamos ejercer.

El Instituto Electoral de la Ciudad de México (IECM), antes del Distrito Federal (IEDF), es el organismo autónomo encargado de organizar elecciones y procedimientos de participación ciudadana; encabeza los esfuerzos en la promoción de la educación cívica y es una de las autoridades encargadas de velar por los derechos político-electorales de las y los capitalinos. Su historia está íntimamente ligada al desarrollo político y social de la CDMX. Su creación y transformación responde a los cambios institucionales que durante los últimos 20 años incrementaron la autonomía y poder de decisión de los ciudadanos de esta gran ciudad.

Hay que recordar que el Distrito Federal (DF) y su población fueron relegados políticamente durante décadas. La capital estuvo bajo la tutela presidencial, siendo el primer mandatario quien podía nombrar y remover libremente al Jefe de Departamento del DF. Fue hasta la reforma constitucional de 1996, después de años de negociación entre las distintas fuerzas políticas, que se permitió a los habitantes del DF elegir, por primera vez, a quien ocuparía la Jefatura de Gobierno en 1997.

La reforma al Estatuto de Gobierno del DF y la determinación de elegir a las autoridades locales mediante el voto sentaron las bases para el nacimiento del IEDF en 1999.Finalmente, la aprobación de la reforma constitucional en materia política del DF en 2016 dotó a la capital del país de un estatus semejante a las demás entidades federativas. La Asamblea de Representantes fue sustituida por el Congreso local y las delegaciones se transformaron en alcaldías con su respectivo consejo. Esa reforma dio paso a que la CDMX contara con su propia Constitución.

En septiembre se renovarán tres espacios del Consejo General del IECM, su máximo órgano de dirección. Este cambio representa una oportunidad de incorporar perfiles que garanticen el cumplimiento de los principios de la función electoral y el valor social del servicio público. Bajo esta perspectiva, decidí participar en un proceso abierto y competitivo, sujeto a reglas claras y estrictas evaluaciones encabezado por el INE para renovar parcialmente el Consejo General del IECM, por tres motivos.

Primero, porque formo parte de una nueva generación de jóvenes comprometidos, responsables y preparados para el servicio público. Segundo, porque cuento con 12 años de experiencia electoral en el ámbito local y federal que me permitirían incorporarme inmediatamente a las tareas de la organización del proceso electoral en la CDMX. Por último, sin negar mis propios privilegios, también formo parte de una de esas minorías que demandan la promoción, el respeto, la protección y la garantía de sus derechos político-electorales. Quisiera que en un futuro cercano ese privilegio se convirtiera en un terreno fértil de oportunidades para todas y todos.

Para mí, ocupar un espacio en el Consejo General del IECM representaría una enorme oportunidad para trabajar a favor de las y los capitalinos con una visión fresca, inclusiva e innovadora. El órgano electoral capitalino necesita salir a la calle, comunicar mejor y fortalecer sus programas de educación cívica y construcción de ciudadanía. En el contexto actual requerimos instituciones fuertes y profesionistas comprometidos. Sin duda, esta es una buena oportunidad para renovar al IECM, en el estricto sentido de la palabra.

Especialista en temas político-electorales

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