En América Latina las y los jóvenes están saliendo a las calles a expresar su malestar. Las causas son diferentes, pero el común denominador es el hartazgo a la inacción y a la corrupción gubernamental, así como a la percepción generalizada de que en el status quo están excluid@s. La posibilidad de vivir mejor que sus padres se reduce. Aquí les comparto mis reflexiones e impresiones después de escuchar a jóvenes de América Latina en un encuentro presencial y por video organizado por el Banco Mundial en el contexto del Youth Forum del 3 de diciembre pasado.

Las mediciones económicas y los indicadores no están a la altura de las circunstancias para anticipar la molestia social. El desglose y cobertura geográfica a nivel municipio de las variables sobre actividad económica, desempleo, remuneraciones, educación, salud, por citar sólo algunas, no alcanza a ver con la oportunidad requerida el detalle que merecen l@s jóvenes y lo mal que la están pasando. Los datos agregados no capturan los efectos de la globalización, la presión demográfica; tampoco captan el impacto del cambio tecnológico en sus vidas. La educación ha dejado de ser una garantía para la movilidad social.

Las y los jóvenes están padeciendo la falta de un crecimiento económico vigoroso y sostenido al buscar trabajo por primera vez. Si se crece poco, no hay manera de que las personas entre 15 y 29 años de edad enfrenten un futuro promisorio. Si no hay la creación de empleos de calidad y bien remunerados es imposible hacer efectivo el bono demográfico.

Necesitamos que las mujeres jóvenes tengan también más oportunidades laborales y sean remuneradas igual que los hombres por trabajar en la misma actividad y tener la misma responsabilidad. Sin esta condición de equidad, y si a ello aunamos la falta de seguridad que el Estado no está proporcionando a las mujeres, hay una presión adicional para el malestar.

También estamos observando un cambio radical en los interlocutores. Anterior a las redes sociales, que han eliminado intermediarios entre jóvenes, eran los partidos políticos, sindicatos, sociedades de alumnos, agrupaciones sociales y religiosas las que podían atraerl@s para cuando menos decir que había cabida para ell@s.

De Chile escuché un reclamo a la falta de espacios públicos y a un desarrollo urbano que ignora a l@s jóvenes. Es una auténtica tragedia la desigualdad, y a ella está contribuyendo la falta de acceso a la educación media y superior. Y cuando logran hacerlo, es una loza sobre la familia el endeudamiento al que deben incurrir.

¿Dónde está en la agenda de nuestros gobernantes el respeto al tiempo de la población? El desorden urbano, la falta de vivienda céntrica ha empujado a las familias a buscar hogares lejos de los lugares de trabajo y estudio. ¿A quién le importan la infinidad de horas perdidas en las vías congestionadas por causa del pésimo transporte público? El tiempo de l@s jóvenes también tiene valor, aunque para quienes gobiernan no lo tomen en cuenta.

L@s jóvenes son quienes están pagando muy cara la falta de colaboración entre gobierno-empresas-sociedad. El bono demográfico trae consigo también una mayor demanda de puestos de trabajo que no está siendo satisfecha porque las empresas no están invirtiendo lo suficiente para abrir más fuentes de empleo. Al haber actividades económicas dominadas por monopolios ineficientes de Estado, se impide la inversión de los particulares. El Estado ausente ha permitido que oligopolios privados en electricidad, telecomunicaciones y banca da como resultado servicios caros y malos que inhiben la inversión de las pequeñas y medianas empresas nacionales y extranjeras.

Eso es precisamente lo que hay que cambiar en el modelo económico, llámesele como quiera.


Economista.
@jchavezpresa

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