Lo único que la 4T ha traído en términos de transformación es una incruenta guerra civil declarada paradójicamente por quien debería evitarla. La división, la confrontación, la disputa es lo único visible que promueve el inquilino de Palacio Nacional. Frente a un país en que el crimen organizado impone su ley, en que el ejército y la policía actúan bajo la consigna de dejar tranquilos a los delincuentes, en que la sanidad opera como estrategia para hacerse con el voto, en que la economía dígase lo que se diga está en picada, en que la pobreza se multiplica, en que el desempleo es casi el único empleo, en que la corrupción de familiares y miembros del gabinete es una habituación, el Presidente decide que lo prioritario es enfrentar a la sociedad.
La clase media es la nueva víctima de su animadversión. La misma clase que le dio la victoria en 2018 se ha transformado en objeto de su desprecio. Llama la atención tanto enojo, tanto vituperio, tanto vilipendio. Es posible que esta reacción tan irracional como improcedente se deba a la impotencia del Presidente a la hora de gobernar. Reducir el gobierno a dividir a la sociedad es algo que no estaba en las promesas de campaña. La simplicidad de la figura presidencial destaca ante este panorama desalentador, trágico por momentos.
Definitivamente quien se da baños juaristas, maderistas, cardenistas no pasará a la historia de bronce. Si su ambición es que los libros de textos gratuitos registren su nombre, no hay duda de que ya lo ha conseguido aunque por motivos distintos a los que pretendía. La 4T no es nada, no ha hecho nada, no propone nada. La 4T es una palabra baúl en cuyo interior sólo se encuentra resentimiento, odio, reproche.
Fifís contra chairos, ricos contra pobres, clase media contra todas las demás, crimen organizado contra sociedad civil. El pueblo bueno ya no es pueblo ni bueno. El pueblo sabio, tampoco es pueblo y, desde luego, sabio. Dicotomías simplistas al servicio de un espíritu simple que no ha aprendido nada de la historia, que la ignora, que la desconoce, pero que la manipula como si fuera exégeta autorizado. Quien no está con López Obrador está contra la 4T. Esta estupidez sólo se le pudo ocurrir a un majadero. Censurar la libertad personal, acosar la libertad de expresión, perseguir de oficio la libertad de pensamiento, descalificar en las mañaneras, son estrategias de quien no reconoce su investidura.
La primera prioridad de un Presidente por mandato constitucional es salvaguardar la seguridad de la ciudadanía. La inseguridad que padecemos procede de un crimen organizado al que se le deja campar a sus anchas. El 30% del territorio está tomado por las bandas criminales. A eso hay que agregar esa confrontación entre sectores de la sociedad. Andrés Manuel no combate al crimen organizado, deja esta tarea a la sociedad civil puesto que el ejército recibe órdenes de no enfrentarlo. López Obrador, además, enfrenta clase contra clase.
En términos estrictos, es un pirómano a quien los miembros del gabinete le ríen las gracias que abrasan a los ciudadanos. ¿Es un Presidente? De momento es alguien que ha abdicado de su primera tarea investido como Presidente, es alguien que no conoce la responsabilidad del cargo, es alguien que ignora la exigencia del puesto. La 4T es sólo una estrategia para seguir incendiando el país a cambio de nada.