Las últimas encuestas públicasexponen un panorama complejo en cuanto a las opciones de los principales partidos políticos hacia 2021. En algunas se conceden a Morena números cercanos al 18% de las preferencias; al PAN 10%; y finalmente 8% al PRI.
A pesar de que 8 puntos de diferencia no son en absoluto despreciables, asistimos al desplome de Morena que entre enero y febrero perdió 10% de preferencias, mientras que en enero y marzo el 15%. Todo indica que ya no es una firme opción hacia el 21. Por el contrario, PAN y PRI mejoran levemente sus registros, pero lo inquietante para los morenistas es la tendencia al alza de ambas formaciones.
Diferentes causas explican lo que podría ser una debacle de un partido que en abril de 2019 registraba un 49% de preferencias. La principal es que el crédito otorgado a Morena se acabó. El partido del Presidente de la República ha topado con pared en forma de realidad. Las frágiles palabras, las promesas insensatas, las luchas internas, los intereses personales, las omisiones en las responsabilidades públicas lo sitúan como una alternativa que al día de hoy aparece desfondada, sin capacidad para regenerarse, carente de un ideario sólido en torno al que cobijarse.
Gobernar exige templanza y prudencia, dos virtudes de que carece tanto López Obrador como Morena, al fin imagen de su fundador. No hay una relación de causa entre la caída de AMLO y la de Morena, aunque no es posible disociar la pérdida de crédito de los dos. El hecho se agrava al reparar que entre los primeros diez gobernadores mejor evaluados, hay 5 del PRI, 4 del PAN y 1 de Morena, en noveno lugar. Los otros 2 morenistas aparecen entre los diez peor evaluados.
PRI y PAN por la vía de los hechos demuestran que están mejor preparados, son más eficaces, que Morena. No basta querer cambiar las cosas, hay que saber hacerlo; no es suficiente publicitar un tiempo nuevo, hay que reconocer de donde se parte. Lo que se avecina para Morena puede ser tan insólito como la mayoría que cosecho hace casi dos años, pero de signo contrario. Hay algo más inquietante. El descontento de Morena no lo recoge ni el PAN, ni el PRI. La mayor cantidad de votantes, 64% no muestra simpatía por ninguna de las tres alternativas. Quizás estén a la expectativa de los nuevos partidos, o quizás ya no toleren otro desengaño. Lo que es incuestionable es que con seguridad serán comicios equitativos y competidos, mucho más de lo previsible hace un par de meses. No parece que con la oposición que han hecho hasta ahora PRI y PAN vayan a beneficiarse del descalabro de Morena. En todo caso, asoman como posibilidades. El Partido Encuentro Social (PES) y México Libre. De momento un misterio en cuanto a su ideario y su programa, pero sin duda pelearán por el mismo votante que PAN y cierto priismo.
En la actualidad, la incertidumbre irrumpe hacia las elecciones que tendrán lugar dentro de un año. No parece que Morena pueda enderezar el rumbo, sumido en una crisis interna de proporciones mayúsculas que atañen al aparato del partido. Acción Nacional, extraviado y desorientado, sin atinar a ser oposición, no parece que pueda presentarse con garantías. Y del PRI, sólo decir que sí, que “es el culpable” y que su desprestigio dificulta no ya que sea competitivo sino que sea una opción viable.
Todo parece indicar que lo que está en crisis no son los partidos, sino nuestro sistema democrático secuestrado por la partidocracia.