Estos días en casa, que ya suman más de 85, han sido muy aleccionadores en todos sentidos, al menos para mí. Ahora entiendo más la labor que hacen los maestros en las escuelas, y no es que antes no lo supiera, pero hoy valoro más su trabajo al hacer sus veces enseñando a nuestros hijos desde lo más básico hasta que son profesionistas. La convivencia en familia se tornó fundamental y gracias a la pandemia he retomado uno de los grandes valores que siempre defendí, me siento cómodo y feliz al lado de mis seres queridos, aunque me gustaría que también estuvieran a mi lado Camila y Jorge, que están con sus madres y guardando el encierro voluntario. También hoy puedo sentirme mucho mas satisfecho de la convivencia con mi entorno, del contacto con la naturaleza, de la posibilidad de sembrar y cultivar (literalmente) algunas de las cosas que llevamos a la mesa, y eso también ha sido una enseñanza para todos en la familia. Sin duda, una de las grandes enseñanzas que me están dejando estos meses y días es el respeto a todos los que estamos en esta convivencia. Estoy convencido que respetando lo que cada quién piensa, siente y sabe es valioso para el crecimiento del otro.

Por esa razón es que al ver algunas de las declaraciones del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrados, caigo en un desconcierto total, después de que el pasado fin de semana dijo que se acabaron las medias tintas, y que estás con él y la 4t, o estás contra él, (palabras más, palabras menos). Algo ya no entendí de la vida, de la sociedad que hemos construido, de lo que aprendí a lo largo de mis 51 años de vida. Dónde quedaron los Sentimientos de la nación, que redactó y leyó Morelos en la catedral de la Asunción en Chilpancingo en que se habla de las libertades de todos los mexicanos. Dónde queda lo hecho por Benito Juárez que legisló para que todos los mexicanos pudiéramos expresarnos libremente. Dónde aquellas máximas que hablan de que la libertad comienza por respetar la libertad de los demás, a su derecho a decir lo que sienten y piensan, aunque no estemos de acuerdo con sus razonamientos. Algo no estoy entendiendo o me está confundiendo después de todo lo que ya había ganado en estos tiempos. La libertad de expresión, de pensamiento, de libre asociación, de petición, de reunión y de participación política en México son un derecho humano básico, constitucional, fundamental, inherente y necesario a la naturaleza humana.

La confrontación alentada desde Palacio Nacional no genera nada bueno. El Presidente puede estar muy a gusto invitando a la violencia moral, pero yo no, y pienso que muchos mexicanos tampoco. Si él considera que puede decir lo que quiera, los demás también. Nada hay que lo vuelva diferente a los demás mexicanos en cuanto al respeto a las leyes y a la constitución. Pero, además, el tiene el deber de buscar la concordia y la paz de los ciudadanos. El fin no justifica los medios en ningún caso. Si el presidente pide definiciones claras, yo me defino a favor de México, me defino a favor de la familia, a favor de la vida, a favor de trabajar para colaborar a la transformación pacífica, a favor de la verdad y de la solidaridad. También me defino en contra de la confrontación, de la mentira, de la traición, me manifiesto en contra de todo lo que divida y confronte, y en contra de todo lo que atente contra lo que más amo que es mi familia, mi estado y mi país

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