No deja de llamar la atención las horas de tertulias, las páginas de periódicos, los programas de radio y televisión que se dedicaron al informe del Presidente, Andrés Manuel López Obrador. Hay algo como irracional o absurdo o desmesurado en tantos y tantos comentarios pertinentes e impertinentes. En esta ocasión, ha quedado establecido que hay dos posturas irreconciliables entre quienes apoyan la 4T y quienes la critican. Ambas actitudes exhiben la misma ofuscación, semejante incapacidad para analizar el contenido, equiparable disposición a la negación. Los dimes y diretes que ocasionó el informe son retrato fiel de adhesiones y repulsas, simpatías y diferencias, no necesariamente de la sociedad, pero sí de periodistas, políticos y medios de comunicación. Desde luego, el informe contiene elementos discutibles o, al menos, merecedores de revisión. No parece que sea digno de debate el hecho de que sea el primero, tercero o decimoquinto informe. Tampoco es de recibo que un Presidente que apuesta por la austeridad la respete a la hora de rendir su informe. Frívolo se antoja valorar el protagonismo de la sidra. La parafernalia no fue el informe y, además, apenas la hubo, de manera que convertirla en tema de estado indica que críticos y simpatizantes nos quedan a deber.

Si algunas afirmaciones del informe sorprendieron, no sucedió así con las declaraciones de los dirigentes políticos. Palabras más, palabras menos, todos coincidieron en lo mismo, lo cual revela no ya que no hay oposición sino que ni siquiera tienen proyecto político para sus respectivos partidos. Puede criticarse cuanto se quiera el discurso de López Obrador, pero los dirigentes de los partidos de oposición incurren al menos en las mismas faltas. Ignoro si los partidos de oposición están derrotados moralmente, pero todo parece indicar que siguen sin existir. La oposición volvió a quedar a deber y van…

Los comentaristas contrarios a la 4T se apresuraron a consignar las “mentiras” recogidas en el informe; los simpatizantes no perdieron el tiempo reivindicando que el cambio de régimen está en construcción cuando el informe era del ejercicio anterior y no sobre el futuro. Unos critican la demagogia, otros elogian el futuro promisorio. Algunos intelectuales, cuyos comentarios eran infaltables en estas ocasiones, han desaparecido de la escena pública. Lejos quedan aquellas reivindicaciones de la libertad, según ellos, que cuando han cambiado las tornas parece que ya no son tan importantes y mejor se las dejan a otros. La defensa de la libertad se da en circunstancias propicias, en caso contrario desaparece.

Es interesante lo que ha generado el informe no tanto por el informe mismo cuanto por lo que le rodea: una sociedad dividida, unos medios enfrentados, figuras públicas que se ha replegado para cuidar lo suyo, otras nuevas que irrumpen en un proceso de sustitución que puede ser definitivo. Espacios perdidos y espacios ganados. Opiniones irreconciliables, tan imprecisas y subjetivas unas como otras. Atención a lo adjetivo; incapacidad, con excepciones, para reparar en lo sustancial. Ausencia de oposición y de proyectos políticos alternativos. Los espectáculos dirigidos al consumo le ganan la partida a la razón. La misma inseguridad cotidiana tiene un correlato en la incertidumbre ante la ausencia de referentes políticos, económicos, sociales, intelectuales.

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