Hace unos días López Obrador destapó a una retahíla de nombres de cara a la sucesión presidencial. No faltaron los infaltables: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, coloreando la ensalada otros nombres menos vistosos pero significativos. Faltó nominalmente Ricardo Monreal, si bien se apuntó cuando el Presidente comentó que todos los que quisieran podrían sumarse a la precandidatura, sin requisitos ni aranceles. Así que el destape es generalizado como bien descifró Monreal que fue el primero entre los innominados en sentirse aludido y agradecerle a López Obrador por haberse acordado de él aunque fuera de manera elusiva. Porque en el destape parece tener más fuerza la elusión que la alusión. Podemos esperar en adelante que tipos como Juanito se apunten a la generosa oferta de Andrés Manuel.
El destape, este destape, ya no es destape. Es un descorchar sin límites ni impedimentos, sin contención ni mesura. Ya no es el PRI, es Morena y su 4T, una revolución a todo lo que dan las instituciones democráticas, es decir, casi nada de momento. Porque la 4T es una revolución pacífica, un movimiento que no mueve nada pero proclama que lo mueve todo. Una revolución que casi no es una revolución porque la democracia no permite tales revoluciones puesto que no hay revolución más verdadera que la de la democracia.
Los aspirantes a la nominación ya están haciendo sus cábalas. Sheinbaum y Ebrard están pensando cómo hacerle para que las encuestas les sonrían; Monreal, díscolo y contestatario, ya ha informado que no ve con buenos ojos que la elección resida en las encuestas, aunque ve con muy buenos ojos que López Obrador se haya acordado de él aunque no se haya acordado de él. Es el mismo mecanismo que el de la rifa: se rifa un avión que no se rifa.
Entre tanto destape permanecen ocultos algunos tapados. No es que no tengan ganas de que su nombre aparezca, es que la prudencia exige otra actitud. Entre los tapados destapados les voy a adelantar el nombre de uno que jugará un papel destacado a la hora de que las emociones lleguen al punto de ebullición. Se trata de Lázaro Cárdenas, coordinador de asesores del Presidente, nieto de don Lázaro, hijo de Cuauhtémoc quien de momento no ha dicho esta boca es mía. Y, sin embargo, por familia e historia personal podría ser un firme candidato a ese destape que lo tapa todo.
Lázaro Cárdenas es discreto, no hace ruido, no levanta olas, no aparece con ese servilismo que genera dudas y rechazos que se resumen en la fórmula “Presidente… Misión cumplida”, que es lo mismo que decir “todo está por cumplir”.
Quien cumple la misión de Presidente y viejo priista es Andrés Manuel, al mantener fuera de la mirada de los mexicanos a Lázaro Cárdenas. En realidad, Cárdenas se antoja un prospecto más interesante que los otros precandidatos que ya han comenzado su campaña. La decisión del candidato será del Presidente, no de las encuestas ni de las alternativas que se le ocurran a Monreal.
Lázaro Cárdenas es muy cercano al Presidente, integrante de su círculo más estrecho, cuya candidatura no está empañada porque coordine a un ejército de asesores que no asesoran nada. Pero esta condición no empaña sus posibilidades, al contrario, las aumentan. Está claro que Lázaro Cárdenas ha asumido perfectamente que el único asesoramiento que necesita Andrés Manuel es ninguno. Motivo por el que añade a su prudencia, cautela. Y motivo por el que ahora mismo quizás esté mejor posicionado que cualquiera de los nombres enlistados por el Presidente en diferentes mañaneras. Al tiempo lo veremos.