“Transformar las conciencias” es la prioridad de Andrés Manuel López Obrador. El arte de comunicar es la capacidad de influenciar en varios sentidos y de manera fundamental en las creencias, actitudes, motivaciones y comportamientos de las personas en todos sentidos y de todos los niveles. Se puede hacer de manera fundamental con el uso adecuada de la palabra, con mensajes claros y definidos que transmiten información que llega a objetivos claramente definidos. Esa podría ser una definición del arte de comunicar, sin duda puede haber muchas otras interpretaciones, pero todas van de la mano de algunos de esos conceptos.

El Presidente lo sabe y en eso está basada su forma particular de comunicar, tiene su propio arte de comunicación que impacta de manera directa a todos los sectores de la sociedad y conecta de manera extraordinaria en quien el considera deben recibir su mensaje. Puede ser que tenga deficiencias en el uso de las palabras, en la composición de las frases, en la elaboración de oraciones. Lo que no es deficiente es el impacto de todas estas ideas que van dirigidas puntualmente a sectores poblacionales específicos para generar ecos en todos los rincones del país.

Andrés Manuel López Obrador tiene su propio arte al comunicar, y junto con su particular forma de gobernar hoy tiene en sus manos el poder de definir, incluso el poder de transformar sí realmente ese fuera su objetivo. El panorama de México que el Presidente abocetó en su segundo informe no puede ser más halagüeño. La lección es transparente: las palabras se imponen al contexto que atraviesa nuestro país, el lenguaje construye una realidad, la realidad ni siquiera merece consideración. En consecuencia, la labor reside en ofrecer un México lleno de palabras que no resisten el menor contacto con la actualidad.

López Obrador se cuida muy bien de que en los hechos el discurso ni si quiera la roce. López Obrador será recordado por su persuasión, por su habilidad para comunicar asuntos que la experiencia de los ciudadanos niega constantemente. Pero lo importante no es ya esa experiencia, sino la capacidad de seducir al auditorio convenciéndole de que la realidad del país es otra.

La comunicación de Andrés Manuel es transparente, directa, enemiga de la ambigüedad y las medias tintas. Llega a los mexicanos con verdades inapelables, más aún, con evidencias incuestionables. El discurso atrae y persuade con una fuerza innegable. Desde luego, el Presidente es un maestro en el arte de la comunicación. La fuerza del mensaje es tal que muchos mexicanos viven en esa realidad. Andrés Manuel sabe a quién se dirige, conoce a su público y lo más importante, sabe cómo hablarles.

La realidad está en las palabras. Mientras sigan pensando que la crítica tradicional a los modos de ejercer el poder está vigente, la 4T seguirá avanzando en su escritura de la historia. Dijo el Presidente que en estos dos años se han plantado los fundamentos de la 4T. No muchos saben cuáles son esos fundamentos, pero la mayoría lo acepta con una sonrisa dibujada en el rostro. Y sin duda se han fincado en su discurso. López Obrador ejerce una extraña fascinación que justifica sus dichos como verdades. Este embrujo explica en parte la incapacidad de la oposición para proponer una alternativa a este gobierno. La palabra y el discurso tienen a López Obrador donde está, justo donde quiere estar.

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