El apoyo popular a Andrés Manuel López Obrador es una carta en blanco para hacer del país lo que considere oportuno, como en efecto está haciendo. Pero esta confianza no implica insultar, calumniar, mentir, difamar, inventar. En algún momento, alguien podrá pedirle cuentas por una actitud que nada tiene de institucional, que rebasa con mucho los límites de su investidura, que es consecuencia de la apropiación de un cargo que no es vitalicio. Entre los muchos desplantes del Presidente, quizás el más decisivo sea tratar a los ciudadanos como idiotas. No vale todo en política y mucho menos para un presidente que tiene la obligación de dignificar el cargo. Mientras se ocupó de la rifa del avión presidencial, se sucedieron en el país una serie de acontecimientos más que significativos que cuestionan seriamente el discurso del gobierno en materia de derechos humanos, de respeto a la vida y a la libertad personal. Unos acontecimientos que emplazan a Andrés Manuel a un lugar que siempre negó que ocuparía: tapete de Estados Unidos. Más allá de la cuestión concreta de la migración, la situación en la frontera sur es resultado de la abdicación de la soberanía nacional. No es casualidad que en cada visita del secretario de estado del país vecino se implemente un nuevo operativo, en cada ocasión con mayor violencia. México es ya el chico de los recados para la administración Trump, papel en el que López Obrador se siente muy cómodo. Si en cualquier gobierno el trato a los migrantes debería ser de respeto absoluto, con mayor razón se le debe exigir a una administración que se declara social. A Evo Morales se le dio asilo político después de hacer fraude en las últimas elecciones en Bolivia, con sospechas fundadas sobre su implicación en el narcotráfico, como demostró su huida a Argentina, vía La Habana, tras la visita oportuna del secretario Barr . También hace unos días López Obrador recibió a Barr en Palacio Nacional y de inmediato se implementó un nuevo protocolo contra los migrantes centroamericanos. Todo indica que el Presidente es un simple transmisor de acciones que se toman en la Casa Blanca, para las que no duda en utilizar los elementos nacionales.

Las acciones en contra de los migrantes, sin embargo, exponen una contradicción de fondo en las políticas federales. Andrés Manuel se llena la boca hablando de que su prioridad son los que menos tienen, los que carecen incluso de lo imprescindible, cita versos de Amado Nervo que le pasa su esposa, pero no tiene el menor reparo en que la guardia nacional cargue en contra de individuos que dejan su país por fuerza de causa mayor. Los centroamericanos quieren ir a EU, no quedarse en México. Puede ofrecer lo que quiera el presidente para que se instalen en México, ellos quieren marchar a los Estados Unidos. ¿Quién es López Obrador para ordenar sobre la libertad de cada quién? ¿Resulta que ahora también se considera con la atribución de decidir en la vida de los demás? La migración y las acciones del gobierno federal exhiben las contradicciones más burdas del Presidente: el pueblo no es pueblo cuando así lo manda EU; el interés de Trump por encima de los derechos humanos a cargo del servilismo de López Obrador; la libertad individual siempre prescindible a la hora de contentar al vecino del norte. Andrés Manuel ofrece al crimen organizado “abrazos y no balazos”; a los migrantes, toletes y humillaciones.

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