En estos momentos, la confusión es una manera de estar en la realidad. No es únicamente el infame carrusel de candidaturas en que viajan todos los partidos políticos, es sobre todo una desazón frente a una actualidad en que todo parece, en el mejor de los casos, sujeto con pinzas. La única manera de enfrentar esta porfunda incomodidad es regresando a mis principios, a mis convicciones, a mis creencias. No es sólo que no me guste lo que veo afuera, es que me causa verdadero rechazo. La amistad, el afecto, la adhesión no están por encima de mis pirncipios. En todo caso, están a la par pero de otra manera. Se quiere a las personas por encima de las diferencias, sabiendo que en ocasiones esas diferencias pueden acarrear que termine una amistad. Pero la amistad es un afecto de otro orden. Se mantiene, incluso, cuando las diferencias podrían parecer irreconciliables. La amistad también existe en la disputa, sobre todo existe en la disputa y se fortalece y se consolida. Esa amistad preserva definitivamente lo más valioso puesto que no lleva a elegir entre el amigo y las convicciones.

Considero que los avances de las mujeres en la escena pública, sobre todo en la política, no sólo deben mantenerse sino impulsarse. Cualquier acto o abuso o agresión hacia las mujeres debe ser sancionado en lo legal y lo social. Si queremos una sociedad fuerte y una democracia solvente hay que exigir que la igualdad entre hombres y mujeres sea efectiva. Esta idea es una directriz esencial a la que no voy a renunciar. Esa convicción me llevó a apoyar y a trabajar al lado de Josefina Vázquez Mota y de Margarita Zavala. En lo personal, no voy a apartarme de este principio. La conducta pública de un político debe atenerse a la ejemplaridad, cualquier cosa que la perturbe lo invalida como representante o candidato. Ante los recientes acontecimientos que señalan a varios candidatos por acciones contrarias a la ejemplaridad, considero que lo pertinente sería que ellos mismos renunciaran a sus candidaturas, privilegiando el interés general por encima del particular. Lo importante en un servidor público es el bien común. Algo semejante me sucede con algunos partidos que optan por candidatos que pueden atraer votos a sus formaciones pero que no representan sus idearios. Individuos que observan como pueden aprovecharse de determinado partido sabiendo que ese partido “necesita” esos votos. Una relación de conveniencia que sin embrago termina por desautorizar a los partidos políticos. Un partido debería tener en los hechos principios irreductibles como primera selección para sus militantes y simpatizantes. La política no debería practicarse a cualquier costo. Con López Obrador siento algo parecido. Quiero que le vaya bien porque eso significa que a México le va bien. Me sucede que no creo en lo que dice, ni en lo que hace, ni en lo que dice que otros hacen. La realidad, terca, choca una y otra vez con sus palabras, las demiente, las desautoriza. En este caso la responsabilidad es mayor porque es el Presidente de México. La popularidad no puede ganarse a partir de la mentira, el engaño, la demagogia. La popularidad debería ganarse diciendo la verdad y actuando en consecuencia.

Tiempo en que las confusiones confrontan las convicciones. Pero al final son los principios los que nos hacen ser quienes somos y respetarlos permite que nos miremos a diario frente al espejo. En estos tiempos, poder ver nuestra imagen no es poco.

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