Hoy, último día de 2019, no puedo cerrar el año sin desear a todos lo mejor para 2020. Los doce meses transcurridos han sido significativos para el país para lo bueno y lo malo. Para unos, más bueno que malo, para otros, lo contrario. No hay duda de que, como casi siempre que se inaugura un sexenio, hay avances y retrocesos. La pluralidad de opiniones demuestra la diversidad de percepciones en México. Con todo, es innegable el compromiso de este gobierno para transformar este país si por tal se considera la demolición de instituciones y organizaciones. Da la impresión de que el ejecutivo prefiere reiterar que el país está cambiando a cambiarlo de verdad. Todo indica que la palabra está muy por encima de la acción, las intenciones por encima de los hechos, las declaraciones sobre las actuaciones. Sin embrago, merece destacarse la buena voluntad, aunque ni ahora ni seguramente en los doce meses siguientes, se acompañe de hechos comprobables. Un ejemplo es el combate a la corrupción: este gobierno se ha llenado la boca afirmando su lucha en contra de la corrupción, pero ahí siguen tantos ejemplos de corrupción institucional, comenzando por Manuel Bartlett y terminando por el poder judicial.
Pero como es último día del año, seguramente impelido por el examen de conciencia, buenos propósitos y el espíritu navideño, a la vista del día de Reyes, opto por enumerar una lista de presentes para que sus majestades nos regalen en los siguientes meses: me gustaría que desapareciera el encono y la confrontación entre mexicanos; desearía que el Presidente no azuzara en las mañaneras a unos contra otros; anhelo el respeto a la presunción de inocencia; reclamo el respeto efectivo al Estado de Derecho; esperaría que la independencia de los tres poderes fuera real; quisiera que se respetara a las organizaciones civiles independientes; desearía que las políticas públicas no fueran clientelares; solicito que los centros de salud sean debidamente abastecidos y los hospitales atendidos; me gustaría una enseñanza pública en que el interés resida en el alumno y no en sindicatos o coordinadoras al servicio de los maestros o intereses políticos; rogaría porque se redujera la violencia; pediría que el gobierno de una vez enfrente la inseguridad y no mire a otro lado; que combata la corrupción y no se contente sólo con pregonarlo.
En definitiva, me gustaría que los Reyes de Oriente nos trajeran un gobierno competente que se olvidara de echarle la culpa a los demás y de una vez se presentara como gobierno. También desearía que dijera las cosas como son en lugar de darles la vuelta. La demagogia exhibida en este 2019 es ya intolerable; las mentiras, insoportables; las calumnias, inaguantables. Merece la pena que todos nos esforcemos por hacer de México un mejor país, pero de manera especial el poder ejecutivo con el presidente a la cabeza. También el gabinete debería pensar qué ha hecho bien y qué mal. Es evidente que en materia de corrupción, seguridad y economía hay mucho que mejorar, sobre todo porque muchas cosas las hizo mal este gobierno. No es hoy México mejor país que hace doce meses. López Obrador sigue siendo sólo esperanza, lo que no es poco, pero comienza a gotarse.
En fin, como cada año por estas fechas, luces y sombras. Más sombras que luces, pero con la posibilidad de revertirlas en doce meses. Por lo pronto, feliz año y lo mejor para todos.