El Presidentede la República arremete contra la clase media. Las descalificaciones e insultos se suceden: “aspiracionistas”, “hipócritas”, “convenencieros”, “acomodaticios”. La misma clase que le dio la victoria en 2018, ahora le ha retirado la confianza. El problema no es de la clase media sino del gobierno. Ha sido una clase arrumbada, olvidada, marginada y, ahora, insultada y agraviada por un mandatario incapaz de la más mínima autocrítica.
Yo soy un clasemediero estándar y me revelo frente a las descalificaciones del Presidente. A mí nadie me ha regalado nada. Me he creado las condiciones para salir adelante, aprovechando oportunidades y trabajando muy duro. He trabajado para tener una vida mejor, para que la tenga mi familia. Mi aspiración es la misma que la de millones de mexicanos a los que López Obrador desprecia sencillamente por haber hecho uso de su libertad. La censura de Andrés Manuel a la libertad personal es intolerable. La libertad es también luchar para hacernos con mejores condiciones de vida. Incluso, podría decirse que esa aspiración es en realidad obligación de cualquier ser humano.
Más patético resulta que el propio Presidente represente por antonomasia ese “aspiracionismo”. López Obrador es clasemediero pero se revuelve contra su clase denunciando los mismo defectos que él exhibe a diario. Esos defectos no son de la clase media sino de Andrés Manuel. Su denuncia es a que la clase media no sea ambiciosa, no busque mejorar sus circunstancias, se conforme con un precario existir. Si en algún momento queda de manifiesto que el Presidente quiere igualar por abajo es en estas declaraciones. No se entienden de otro modo sus programas sociales, destinados al clientelismo electoral en un primer momento como demuestran los resultados del 6 de junio. Pero esconden algo más, el conformismo de una parte de la sociedad. López Obrador no quiere que los ciudadanos mejoren, sino que renuncien a cualquier aspiración. Eso es lo que entiende por pueblo, una comunidad dependiente del gobierno para que avale todos sus desmanes. Pretende un país inmóvil, paralizado, arrodillado. Aceptar los insultos de López Obrador es aceptar también el fracaso como expectativa de vida. El Presidente quiere un país jodido para gobernar a ciudadanos jodidos que se rindan jodidamente a sus pretensiones.
Las clases medias promueven el desarrollo. Si están deterioradas, la regresión de la sociedad está asegurada. El gobierno actual ha perdido ya a dos generaciones que habían encontrado en el estudio, la preparación y el trabajo un medio para salir adelante. Pero López Obrador apuesta por la miseria de los mexicanos, a condición de que a él no le afecte.
Los paisanos que emigran a EEUU son ejemplo de superación personal. Al Presidente no le interesa ese ejemplo, sino las remesas que envían a sus familiares. La única manera de asegurar una mejor sociedad, de tener ciudadanos formados y con criterio, es con el estudio y la formación. Promover el estudio es asegurar generaciones de ciudadanos formados, con criterio propio, dueños de su libertad. Se entiende que a este gobierno le de miedo. Se equivocó López Obrador al descalificar a la clase media.
Si queremos un mejor país, necesitamos una clase media amplia con aspiraciones y ambiciones. Con todo, ya sabemos que la clase media es la adversaria de este gobierno y que su objetivo es administrar la pobreza convenientemente con fines electorales.