El pasado lunes se inició el proceso electoral rumbo al 2021. No es cualquier elección, sino la más grande de la historia (cada elección se dice lo mismo, pero es normal por el crecimiento natural del padrón). Tampoco serán comicios normales atendiendo a las circunstancias del país: polarización, enfrentamiento, encono, pandemia, etc. Aun cuando se insiste en que Morena será una aplanadora, sería un error adelantar vísperas. En este momento, es indiscutible la fuerza de Morena a impulsos de Andrés Manuel López Obrador. Para las elecciones parecen menos significativos los candidatos del partido del gobierno que el hecho de que el Presidente de la República arrastre al electorado. El propio Andrés Manuel conoce su importancia de cara las elecciones pues busca de todas maneras hacerse presente en ellas. Sin embargo, las circunstancias pueden cambiar de manera dramática para Morena y situar a sus adversarios en una posición ventajosa. Desde luego, no será ni por su labor de oposición de la que han abdicado absolutamente, ni porque presenten programas atractivos para la ciudadanía, ni mucho menos porque representen honradez y probidad. Será por circunstancias ajenas al ambiente político que, sin embargo, pueden cambiar la orientación de la votación. La crisis económica y sanitaria, el desempleo, la multiplicación geométrica de la pobreza, la inseguridad, la inconformidad social son la verdadera amenaza para el presidente y para Morena. La crisis no llegará paulatinamente, aunque ya se advierte su marcha imparable. De repente, sucederá. En la actualidad, el ejecutivo mira hacia otra parte: Lozoya, Calderón, Letras Libres, Nexos, factores relativos de distracción. Apenas comentarios sobre la pandemia, la huida de capitales, la corrupción de que se habla en el gabinete y en Morena. Las posibilidades de victoria en cualquier caso ya no dependen de los partidos, ni de los candidatos, ni de los programas. Circunstancias externas asoman más determinantes que cualquier estrategia. Hoy más que nunca son más importantes los candidatos que los vehículos que los postulen.
La sesión del INE del viernes 4 resultó que apenas un partido logró el registro. Frente a todo México los consejeros exhibieron temores y embarazos, dudas y turbaciones, en lugar de hacer gala de la independencia que presumen. Interesante fue lo que sucedió con el fallo favorable al Partido Encuentro Solidario (PES), que realizó las 300 asambleas distritales, cuando la ley marca 200. El INE confirmó 242 asambleas válidas, a pesar de implementar criterios de ultima hora, logró una afiliación de más de 420 mil, cuando la ley sólo exige 234 mil afiliaciones. El INE ratificó poco más de 330, tuvieron un dictamen consolidado a causa de una fiscalización impoluta, es decir, comprobaron el origen y destino de los recursos.
Los recelos residieron en atribuir a ministros de culto el registro de firmas y organización de asambleas. Lo que también hicieron otras organizaciones que buscaban su registro ante el INE, y hace 6 años lo hizo Morena. Los consejeros faltaron a la verdad, puesto que aseguraron que son ministros de culto quienes pertenecen en el uso de su libertad a asociaciones religiosas. En el caso del PES, la insidia estuvo a punto de costarle el registro, echando por tierra el esfuerzo, trabajo y sacrificio de miles de mexicanos. En el caso de México Libre la negligencia del INE para acreditar la procedencia bancaria de las aportaciones le costó la acreditación. López Obrador acusa a este Instituto de inoperancia y corrupción, motivos con que amenaza para desaparecerlo. Desde luego, no comparto la opinión puesto que ha demostrado su independencia, solvencia y probidad. Pero en las actuales circunstancias, los consejeros le hicieron un flaco favor a la institución que representan. Córdova y Murayama podrían pasar a la historia por liquidar el Instituto Nacional Electoral.