Ante el desorden creciente de la vida pública en que las cosas son pero no son; las políticas se aplican pero se desconocen; el crimen organizado actúa pero está desaparecido; no hay corrupción pero la corrupción es rampante y obscena; la pandemia está domada pero se alcanzan índices de mortalidad desconocidos; no hay dinero para los damnificados de Tabasco, pero se apoya al equipo de béisbol del hermano del presidente con cien millones de pesos; la campaña de vacunación no persigue intereses electorales pero sólo obedece a intereses electorales; el fiscal amenaza al Departamento de Justicia de EEUU con desacreditarlo en tribunales internacionales, pero no repara en una posible causa abierta que pudiera tener en el país vecino; los órganos autónomos como el INAI que antes sirvieron a López Obrador ahora no sirven a López Obrador; en que cada día aumentan los desempleados pero se van a crear dos millones de empleos; en que los restauranteros pueden abrir pero deben cerrar a una hora en que de nada sirve abrir los negocios; cuando el país se desmorona y en las mañaneras se omite el caos generalizado fomentando el caos; cuando los defensores de la libertad hacen mutis por el foro a la espera de que amaine el temporal y puedan volver a defender la libertad mediados jugosos ingresos; cuando el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación abdica de la independencia del Poder Judicial y, además, alardea; cuando ante el desmantelamiento de nuestra democracia los medios de información se dedican a escandalizarse por la toma del Capitolio; cuando el Presidente de la República camina seguro a la reelección; cuando sucede todo esto no hay mejor refugio que sentarse a leer algunos libros que alumbren el desorden y aporten cierta luz a los acontecimientos actuales, pero sobre todo nos aíslen de la realidad. Desde luego, no servirá para que las cosas cambien, pero sí para entender hacia donde va nuestro país.
Nuestro gobierno es un gobierno abiertamente populista. El populismo es la negación de la democracia, resulta el uso personalista de los resortes institucionales para liquidarla. Álvaro Vargas Llosa coordina El estallido del populismo, un magnífico libro para comprender el origen y las consecuencias de un movimiento cuya característica es la indefinición ideológica, interesado únicamente en el número de votos para mantenerse en el poder a cambio de asumir la mentira como directriz irrenunciable. En sentido parecido cabe mencionar a John-Werner Müller, autor de ¿Qué es el populismo?, quien cuestiona ante todo el significado de la palabra “pueblo”. ¿Realmente existe el pueblo? ¿Alguien puede arrogarse su uso de manera patrimonial? En caso afirmativo, la única salida es el autoritarismo porque sólo el propietario del pueblo tiene voz a la manera del despotismo ilustrado. Para completar el panorama, parece aconsejable la lectura de El tirano, Shakespeare y la política, de Stephen Greenblatt, acucioso y ameno ensayo que muestra cómo el populista no es un invento contemporáneo, sino que obedece a los instintos más inconfesables del ser humano. Para terminar, nada más recomendable que el primoroso relato de Joseph Roth, La leyenda del santo bebedor, o como, a pesar de los buenos deseos, no aprendemos.